27 ago 2016

Agosto

Ahora que los segundos parecen minutos, que la vida pasa en ascensores de cristal, que todo cuanto se da se quita sin preguntar. Son los lunes metas, dulces condenas que aprenden a olvidar caídas, torpes despedidas.
Y es que me desajusta el alma la nimiedad de lo etéreo y los cuerpos conectados a sus cerebros. Como máquinas perfectamente engrasadas, mágicamente perfectas que al tocar una tecla todo se va a la mierda.

No es que ahora ya no me emocione, de eso voy dopado; serán los flujos de esté cuerpo maltratado que no dejan ver el horizonte. Bajo la mirada, el suelo parece más interesante de lo que dicen; el cielo oculta un universo en el que parece que estemos atrapados, en el que la luz no es más que tiempo y distancia, lo que arde de un cohete que navega con destino la nada.

Teníamos un trato, querernos solo un rato, de martes a viernes y uno de cada dos fines de semana. Pero hoy me toca solo en cama. Perras tardes de agosto que dan vueltas a mi cabeza al compás de este ventilador. Para qué mentirnos y decirnos que todos los días son domingo, que nacimos para olvidarnos, que cerraré esta puerta por si un monstruo se cuela debajo de mi cama.
Se me parten la venas, se me rompe la mirada, explotan los sentidos, nada es yo, ni siquiera desatino.

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