6 sept 2011

Chaparrón

Tengo miedo a las alturas, a las caídas con mensajes en formas de mirada, a las cortinas que encierran el mar.
Me aburre la indignidad, el que me hagan sentir gilipoyas, las vendas en los ojos de no querer ver puñales como espadas, sonrisas como hachas.
Me suda todo lo inoportuno que se pueda escupir, las escuchas en tu jeta, las historias de bragueta.
Me deprime quien no se puede reír de todo, empezando de uno mismo, de quien se avergüenza de soltar la carcajada por pánico a molestar.
Me falta el aire en las canciones que se escuchan a medio volumen, sean alegres, sean tristes.

Suenan trompetas feroces como rencores, las ranas salieron princesas marranas, las perras mean más alto, la inocencia se regala con el periódico de mañana.
Mientras los versos dicen con las orejas adiós, se me cierran los ojos pensando que no hay ahora nada más mejor. Que la risa no dure solo lo que dura la alegría, que las prisas no son buenas.
Las venas arden de alcohol, me emborracho si sale el sol; la luna me acoge en su cama, no me pide nada, se acuesta cada mañana que yo me marcho buscando una almohada donde esconder cualquier fracaso y ninguna victoria.

Estoy bien. No me jodas. Pregunta, que oirás el eco de tu voz retumbar.
No nos medimos por números ni por demás mierdas que los demás se empeñan; nos medimos por los momentos compartidos. No me jodas, de verdad estoy tan loco como para hacer más el imbécil.

Mientras tanto me roza la piel y el cielo me parece poco eterno. La lluvia no moja.

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