16 sept 2011

Sucede que a veces...

A veces sucede que plantas un pino y te crecen los enanos, que cierras la puerta y se abre un ventanal, que ahora o nunca no sirve de mucho.

Saca las flechas para disparar entre ceja y ceja al primer gilipoyas que se te cruce en la cara.
Que el hoy es el refugio de mañana, que más tarde no es en un ratito, que tú durmiendo en la habitación de al lado hace que todo sea un poco mejor.

Despertar borracho, intentando que el dolor en vena sea disuelto en alcohol y la noche excite este maltrecho corazón.
Que mejor solo que mal acompañado, que ahora sigue haciendo demasiado calor como para estar contigo.

Sin noticias desde este inodoro, donde la mierda no sabe a fracaso, sino a espera en la estación, a resaca fumando en el balcón, a cerveza con hielo, a noviembre sin un dueño ni ley ni rutina, a pescado sin espina, a una oscura habitación donde nunca sale el sol, y reproche no es más que un broche a la ignorancia.

Pon un trago más, es tarde para cambiar esta noche, hablemos de otra cosa que no sea el pasado, que se atraganta en forma de puñal en mi costado. Mi cara lo sabe, mi mirada lo esconde, tú lo notas, ellos lo descubren.
Malditos donjuanes que vienen a tocar los cojones en este octubre, malditas princesas que se inventan historias en esta ciudad del desengaño.

Pero, ¿ tu madre sabe lo hijo de puta que eres?

Llueve en mi piel. Yo no soy él, ¿te acuerdas? Estoy contra la pared, cogido de la hiel.

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