30 oct 2013

Juguetes

No quedan argumentos,
los efectos secundarios de otra vieja historia destrozada.
Solo ante el infierno,
descalzo y en los huesos,
no nos quedaran ni los restos de una conquista,
ni la brisa que agita tu camisa.
Dejando entrever lo que nos pierde,
restando la indolencia,
el lúgubre latido de un corazón solitario a la luz de una farola.

Las semanas empiezan cuando se desenredan las telarañas del corazón,
cuando brotan los besos ásperos como el acero.
Nos jactamos del pecado, del ruin pensar,
de lo que nos cuesta enseñar el ombligo:
que la luna todavía no ha sido testigo.
Necesitamos sentirnos,
que nuestros ojos dormidos no se sientan heridos de no mirarnos
y nuestros despertares no sean tan amargos
cuando no nos buscamos sin habernos encontrado.

La escalera de la espiral infinita
busca su puerta escondida en cualquier esquina;
se encuentra perdida y solitaria en esas noches malditas.
No perdonan los bares, las copas a ras de hielo,
los trajes a medida, el pelo revuelto y la barba de no haber roto un plato.
Es la historia que busca un argumento,
el éxtasis con giro imprevisto;
el antihéroe, el viejo mendrugo que te miente al oído.

No hay comentarios: