3 ago 2015

Me escondo

Muchos dirán que exagero, que lo único que escribo son hipérboles de mi realidad, que la palabrería me puede y que cada frase que sale por mis dedos es más mentira que la que viene a continuación. Bueno, puede ser.

Pero hoy quería escribir sobre un lugar. Y no se trata un lugar cualquiera; qué va. Estoy hablando de ese sitio donde actualmente me cobijo. No me refiero solo a protegerme del calor, sino más bien de todo cuanto me rodea. Y es que en tan solo ha pasado un mes desde que estas cuatro paredes están soportando mi(s) sueño(s), y donde he podido construir un hogar junto a la soledad que me acompaña.
No miento cuando digo que me protege. Paso dos días fuera y al regresar tengo la sensación de alivio, de protección. Quizás porque lo que hay fuera me da miedo; quizás porque lo que está lejos me aterra. Seguramente estés pensando que mi cobardía en estos momentos está en un nivel importante. De acuerdo, ahora empezamos a entendernos.

Aquí no hay hora, hay tiempo, hay momentos. No hay relojes que cuestionen mi presente. Esto es el templo del silencio, si yo quiero. Nadie pronuncia mi nombre sin yo intervenir primero, yo no pronuncio el de nadie si no me acuerdo.
Las paredes en ocasiones dan miedo. Conozco cada punto, cada esquina. La oscuridad es amiga. Nadie llama a la puerta pidiendo sal, no hay horarios de comida y mucho menos de cena. 
La soledad no está reñida con la limpieza. Eso sí, menuda sorpresa me llevé cuando me levanté y los platos seguían sin fregar; de esto nadie me había avisado.

Huyo del presente para tener un futuro. Suena complejo, pero nada más allá de la realidad. 
Es difícil y fácil al mismo tiempo vivir los días sabiendo las otras vidas que están lejos. Vidas que se marchitan, que se van lentamente y que asumen su inmediata marcha. Otras que hace tiempo que decidieron irse para nunca más ser y otras que tristemente van por el mismo camino. Por otro lado, están esas otras vidas que callan por no clamar.

En este hogar temporal, los segundos pasan lo rápido que uno quiere. No existe los "esto no se hace" y mucho menos los "vas a llegar tarde". Nadie planifica.
No sé si este sería el refugio donde yo quisiera continuar el resto de mis días. Posiblemente no.
Sin embargo, conviene que de vez en cuando, al alzar la voz, nadie conteste. 
Y así, de este modo, las madrugadas aunarán los resquicios de los sueños maltrechos que envilecen estas dilatadas pupilas, alzando anhelos más allá de esta cama.

Ya no quedan princesas que esconder en esta alta torre.
Aglutino cada segundo formando una eternidad.
Trepo por cada esquina, me deslizo.
El aire es xenón impregnado de realidad.

Esta luz no amaga cicatrices.
El calendario es el puto diablo.
Recordando viejas canciones,
me sigo ahogando en este charco.

No hay comentarios: