16 feb 2012

Ahora, quizás, puede que mañana...

Serán los charcos que dejan mis fosas al respirar,
o puede que sean las ganas de salir de este nido y volar,
de que me cojan de las orejas y me susurren
aquello que nunca llegaré a ser.

Me falta el talento,
me roban las ganas
el vivir este puto mundo
de intereses sin disfrutar.

Me duelen los puñales en la espalda,
la sonrisas enlatadas,
los besos precocinados,
las falsas miradas.

Dónde esta aquella niña que daba patadas bajo la mesa,
que buscaba el roce de nuestras piernas,
los pensamientos cruzados
y encontrados en esas pupilas.

Sombras a media mañana,
cabizbajos sueños;
solo necesito un empujoncito,
alguien que me mienta:
que me diga que no lo puedo hacer.

Sigo caminando por esa playa, esta vez de arena,
donde pueda ver mis huellas y las de ella...
Pero luego la marea viene y se lleva una.
Instantes ante un espejo
que muestra el rastrojo de este cuerpo
hace tiempo roto, maltratado, insultado y vapuleado.

Rompo con todos, necesito,
de tanto en tanto, empezar de cero.
Torpe necesidad innesaria
aquella de cambiar de rumbo
cuando soplan vientos raros,
cuando la inseguridad te hace inseguro,
cuando no hay nada seguro a lo que agarrarse,
cuando ves que no hay nadie ni nada
por lo que navegar en este mar de dudas tempestales,
de romper los cristales de esta cárcel.

Este cuarto es muy pequeño
para las cosas que sueño.

Esta luna ha visto demasiado,
este sol mis sábanas han tapado.
Y otra vez la resaca de los años,
otra vez en el punto de hace un año.
Descorcha el champagne,
que esta vez nos olvidamos,
y cantamos al unísono canciones
de fracaso y desengaño.

Será que desde esta cama y con estas mantas
la vida se ve muy lejana;
las paredes te atrapan, te aplatanan,
te agonizan la existencia, te sucumbe a la realidad.
Sorpresas con sabor a fresa podrida, con olor a despedida,
sellan los días con aquello que podría haber sido pero nunca fue.
Con la sensación de ver pasar otra vez
ese tren de la decepción de las decepciones.

Pinta otro cuadro,
aquel que no habíamos imaginado,
aquel jamás soñado.
Que cuando cojas la maleta del olvido
y subas las escaleras de este limbo,
lloren de alegría,
por haber compartido un instante con vos.

No hay comentarios: