25 mar 2012

Solo ante la luz

Y al final, las luces se apagan.
El escenario queda vacío,
solo iluminado por una luz del fondo de la sala.
El público se ha ido. Han disparado al pianista.
Un cigarrillo entre los morros se consume lentamente;
mirada perdida en busca de la última butaca vacía.

Actor que ha perdido la fe
en la historia y la de su personaje.
Relatos que no mojan estos labios,
sombra de ojos que maquillan,
lágrimas inócuas
que se derraman por mis mejillas.

Todo se complica.
El deseo de gritar,
de destrozar todo,
de hacer con esta pequeña mierda
la mayor mierda posible
y lazársela a policía.

Lo raro de todo esto son lo precipicios,
las cajas por abrir en esta puta vida,
las chispas que en vez de encender
apagan este helado corazón.
Son las preguntas que taladran mi cabeza,
los quizás en modo condicional,
los pasos hacia atrás,
las babas fuera de tanto soñar,
la lengua fuera de dejarse llevar.

Y ya no espera nadie para cenar.
Este titiritero se quita este sombrero
ante el estruendoso abucheo;
que triste y resignado
soporta cerrando los ojos e imagina
que la marea sube en su mente,
borrando los nombres escritos en la arena,
llevándose con ella las promesas,
las viejas conquistas,
la de "mañana saldremos en la noticias".

Ya no queda nadie, son pocas las ganas.
Motivaciones bajo cero
para creerme el rey del mundo
y metérmelo en los bolsillos,
haciendo con él lo que nadie nunca ha imaginado.

Me sobran reproches,
me angustia el vértigo de los coches
que pasan a altas velocidades por mi lado.
Me incendian los miedos
y me asusta todo lo que queda después de los depueses,
cuando ya no queda casi nadie
y solo alumbra el chasquido de un mechero,
las fauces de nuestros lechos desechos,
tiernos, etéreos, ancestros de nuestros menos
y las fauces afinadas.

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