16 sept 2012

Ateo de personas

Muchas veces intentamos creer en algo superior. Necesitamos creer. Creer que tenemos algo con moqueta que nos espera en el cielo.
Llevo casi una semana dándole vueltas al asunto, y cuando está terminando parece que he cerrado un poco este pensamiento.

Las personas. Principio y comienzo de todo, para eso vivimos, para eso sentimos, para eso morimos.
Es curioso cómo somos. Y si hay algo en lo que empiezo a ser ateo es en esto. La raza humana, los ciudadanos y ciudadanas que habitan este planeta.
Inquieta ver el egoismo e interés por el que se mueve cada músculo de nuestros falsos cuerpos. Hemos de saber que todos fallamos, que nos equivocamos y que hemos de olvidar que somos perfectos. Pero quizás, y digo quizás, cuando has visto tantas cosas, tantas personas han pasado por estás piedras calientes y sientes que eres perro viejo, te haces duro ante los sentimientos; te frustras.

No creo en ti: en tu falsa mirada de inexpresión, en tus doctorados de la vida extraídos de una película cómica. Me río de la incoherencia, de las expectativas, de las carcajadas que cuando se marchó te acompañaron.
La falta de personalidad se regala. Las influencias cuelan como virus en los cuerpos maquillados de sonrisas en forma de puñal.

Tengo una vida, y quién sabe cuánto tiempo conlleva eso. Y lo que tengo claro es que no voy a perderlo. Pero tengo un problema: YO SÍ NECESITO CREER EN LAS PERSONAS. Y como lo necesito me dono a quien realmente crea también, que al final, son los que importan, los que hacen posible este bucle de retroalimentación.

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