16 nov 2015

París sin aguaceros

He querido esperar un poco para plasmar en unas pocas líneas mi opinión sobre todo lo sucedido el pasado fin de semana en la capital francesa.
Una vez más, la sintomatología de la estupidez y el fanatismo humano se ha hecho más que evidente. Considero repugnante cualquier asesinato en nombre de cualquier dios, pues estoy más que seguro que Él, nunca lo permitiría.
Sin más, creo que debemos pararnos a pensar y ver qué hay detrás del dolor que tantas familias francesas estarán pasando en estos momento; cuál es el origen de todo esto.
Recordar, que todo esto viene de más lejos, más incluso que el anterior atentado a Charlie Hebdo; pero mucho más. Viene de la opresión, del libre antojo de las superpotencias a someter a pueblos enteros para la fácil obtención del crudo, de las fronteras donde sea más conveniente, del poco respeto por lo que es una cultura diferente, y sobre todo, del hecho de forrarse de billetes armando tanto al régimen autoritario, como al pueblo que quiere alzarse para que las cosas cambien.
Es curioso como se nos parte el alma viendo un niño muerto en las playas turcas, como todos somos Charlie y como todos somos París. Pero a nadie le importa un carajo lo que está pasando a varias fronteras de distancia de nuestra acomodada morada. Te lo está diciendo alguien que se acaba de meter entre pecho y espalda un buen plato de pasta y ahora se encuentra metido en la cama escribiendo con un ordenador de más de mil euros. Sí, esa es mi comodidad, y desde esa estoy plasmando estas palabras.
Como en estas y otras cosas no me gustan los dobles raseros, yo voy adelantando mi parte de culpa.

Nunca, repito, nunca, justificaré cualquier causa armada y muchos menos cuando hayan víctimas de por medio, como es este y muchos otros casos. Es más, pese a no estar de acuerdo en utilizar violencia contra la violencia, posiblemente la palabra, contra estas personas donde su forma de vida es el fanatismo y no su religión, la palabra no sirve.
Porque en este caso, generalizar es lo peor que puedes hacer. Es hacer más grande a los asesinos, pues esta religión es mucho más que todo esto. ¿Estado islámico? No... Estos no representan a una religión milenaria y de tanto calado espiritual. Como mucho podríamos llamarlo "fanatismo islámico", que al igual que cualquier otro fanatismo, sea religioso o no, nunca es bueno.
Creer en un dios es darle un significado a tu cosmovisión de lo metafísico, de aquello que está más intrínseco del ser humano, del origen y final del mismo.

Somos el único ser vivo que tiene que protegerse de sí mismo, que se teme, que se mata.
¿Bastate significativo, no?

No podemos clamar el grito en el cielo cuando vemos lo que este fin de semana ha pasado en Francia. Lo podemos hacer, e incluso debemos hacerlo. Pero la hipocresía vuelve a pasearse en nuestras acomodadas vidas occidentales, donde por suerte no tienes que cerrar las ventanas para no escuchar bombardeos a unos pocos metros de tu casa, donde cada hora están matando gente o donde no tienes que trabajar en condiciones infrahumanas para conseguir ese fantástico mineral llamado coltán para que nuestros teléfonos y tablets puedan tener esa fantástica versión del último sistema operativo.

Si continuas leyendo y sigues pensando que estoy apoyando estos atentados. No has entendido nada. Mea culpa.

No creo en la violencia. No me gusta eso de sacar las armas a ver quien la tiene más grande. No comparto que Francia intente causar el mismo daño sufrido solo unos días después. No, de verdad que no...
Porque no confío en las naciones que dicen llevar el rumbo de este planeta. Mi corta vida me ha enseñado que únicamente debo confiar en las personas. Personas con un nombre y un apellido. Confío en los franceses, en los sirios, en los saudíes, en los alemanes e incluso en los estadounidenses. Todos ellos como pueblo. Pero disculpen mi osamenta cuando digo que no confío en Francia, Siria, Arabia Saudí y mucho menos en los EEUU.
En este nuestro país, una representante política decía hace unos días que España no había participado en la guerra de Iraq, o que como mucho habían estado en tareas de reconstrucción. No soy ningún cultureta, pero tampoco soy un gilipollas al que se le pueda tomar el pelo de esa forma. España se ha visto involucrada en una de esas guerras absurdas que hace que las personas sintamos vergüenza de nosotros mismos. Y lo peor, lo de siempre. Lo pagan miles de personas inocentes, muchas de ellas indirectamente, por ejemplo en forma de atentado como lo fue el 11-M. Eso sí, cómo se nos llenó la boca diciendo que era ETA. Y eso que a día de hoy nadie ha pedido perdón todavía por meternos en una guerra a la cual nadie nos había llamado.

En fin. Yo no voy a estar más a favor de la paz por ponerme en las redes sociales mi foto con marcas de agua de la bandera francesa. "Que los que maten, se mueran de miedo", decía el poeta. Pero todos. Todos lo que matan y facilitan el odio para que esto pase. Porque al final, lo fácil es ver el tiro en la cabeza de la víctima en un telediario -sin justificar-, pero lo complicado es ir más allá, saber el origen de las cosas, el porqué. Y eso, muchas veces es la letra pequeña que nadie nos explica sobre nuestra acicalada y acomodada realidad en la que estamos inmersos y vivimos.


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