24 nov 2011

Nos vemos en el mar

Se contagian los bostezos, la vergüenza a flor de piel. La hiel hemos probado, la noche todavía no ha empezado.
Sinos nuestros caminos a desaparecer. Gritar aquello de “doctor no soy nadie”. Especias que amargan por donde el pepino, que en estos momentos no quiero puñales, que ya con mis propios malabares me he clavado bastantes.
Carente de sentido cada instante, cada lisonjero espacio entre las risas y el llanto, entre una sonrisa y las lágrimas que mojan estos papeles.
Parece que nadie puede entrar en ti, barrera humana: nadie dejas conocerte. No lo necesitas, eres casi inmune a cualquier sentimiento, ¿me estaré volviendo humano?

Nada vuelve, deja huellas ante pasos acelerados. Sembrador que siembra, espera bajo un árbol y ve cómo la tormenta se lleva lo que tiene.
Los paraguas de estos días no dejan pasar las gotas mojadas, los abrazos rotos maltratados por despojos, por absurdos inexplicable.
La parálisis detiene mis pensamientos, me convierte en vegetal andante. El sillón esconde historias entre sus brazos, besos guarros, abrazos a la luz de la calle.
Me gustaría pero no podemos. No estamos preparados. Pero sin embargo lo echo de menos. ¿Se puede añorar algo que no tienes? Una gran persona me diría y con razón que sí. Y hoy contigo mi respuesta también sería afirmativa.
Pero no. No nos encontramos en nuestros caminos, no se buscan nuestros labios, no se ensucia nuestro presente que con nuestras miradas hablan por sí solas, por los deseos irrefrenables por sacar de ti algo más que una sonrisa de simpatía.
Hermano mayor, cómplice y traidor. Sensacionalista por doquier, pensando en lo que quisiéramos ser y somos.
Nos vemos en el mar.

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