17 mar 2015

Vivir no es fácil

Pongamos que lo que sigue a esta línea es menos serio de lo que parece. Ahora, prosigamos.

Como no soy demasiado de engañar, el título ya te empieza a dar una idea de lo que hoy recorre mi neurona. "Vivir no es fácil, vivir no es fácil...", golpea como un estribillo atronador amenazando por convertirse en dogma.

Hace un par de días, el siempre efectivo y directo al alma Risto Mejide, apuntaba algo así como que vivir era decidir, renunciar. Siempre he considerado que nuestros actos acaban definiendo aquello que somos o a lo que aspiramos ser; pero cada vez cobra más importancia aquello que renunciamos en nuestra vida, aquello a lo que decimos 'no'.
Es una especie de definición de uno mismo pero a la inversa. Nos enfrascamos en buscar fórmulas matemáticas para conocernos mejor, para saber quiénes somos. Y muchas veces, las variantes incógnitas que componen nuestra ecuación de vida, son más sencillas de lo que parece y solo requiere de despejar la X, pasándola al otro lado y convirtiéndola en negativa.

Hay mierdas que pasan en nuestra existencia que ni el beato más beato ni el ateo más ateo pueden poner respuesta. Ambos darán su versión manchada de una cosmovisión concreta; pero yo lo que quiero La Respuesta. Quiero el porqué de las cosas, la razón de ser de que a ti sí y a mi no, el sinsentido del dolor por el dolor, la pérdida tanto carnal como de la marcha de personas que tienes que dejar escapar o las que simplemente renuncias.
Tampoco considero que haya vivido y sufrido tanto para emocionarte en estos momentos. Pero uno tiene sus cositas, que bueno, ahí están.

Puede que muchas veces sientas que vives en un estado permanente de alerta melancólica, de escepticismo de vida y sueños trucados antes de yacer en su búsqueda. Es la soledad encontrada, el vital metro cuadrado, la cabeza atormentada de pájaras -también pájaros- y el aprisionamiento de las cuatro paredes de tu habitación que amenaza cada noche con llevárselo todo por delante.
Y es que pasa por tus ojos como un huracán aquello del por qué vamos a venir a este mundo a sufrir: no tiene ningún sentido. 
No lo llamaría capacidad de olvido, pero admiro la superación y el poder de remontar las situaciones no demasiado buenas que muchas personas tienen.
Porque si de algo hemos de estar agradecidos es de haber podido rodearnos de un puñado de personas que han tenido y tienen cosas que enseñar y de las cuales puedes aprehender retales de sus vidas, sintiéndolos como un trocito de la propia.
Hay que acostumbrarse también a definirse no solo por las cualidades o casas que te han ido sucediendo; también por todo lo compartido por una mano amiga, por los abrazos y besos que aúnan almas y que consiguen que sobren las palabras.

Al final, la vida es eso, ¿no? Las idas y las venidas, las historias que se cuentan en las películas y que nunca crees que para bien o para mal te vayan a suceder a ti, conversaciones ojo a ojo, mirada a mirada. Las lágrimas con sordina y viaje de ida, las penas que son menos penas sabiendo que alguien cogerá tu mano por debajo de esta mesa.
Sí. Porque vivir no es fácil y por suerte para todos no existe un gran manual donde venga todo explicado y que con suerte, cuando al final comprendes de que va todo esto, va y tu tiempo se ha agotado. Game over. Lástima que esta era la última y única vida. O no.

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