8 ene 2016

No he podido evitarlo


Salgo ayer por la noche de trabajar, me enchufo mis cascos para que alguna canción triste acompañe la situación de melodrama y mientras camino hacia un lugar donde poder dormir y llevarme algo a la boca. Bien, en principio nada nuevo bajo el sol, o bajo la luna en este caso.

Desconecto mi modo avión y me encuentro con varias conversaciones donde me alertaban de algo que estaba sucediendo en este momento: el pequeño Nicolás estaba entrando en la casa de Gran Hermano VIP. Dicho suceso tampoco me pillaba de muy nuevas, ya que yo, una persona medianamente informada, había leído rumores de su posible incorporación.

Lo primero que me vino a la cabeza: esto es mierda de la buena.
Ahora se ve que al pequeño Nic, no le mola ya tanto lo de pequeño, pero es que mucho menos lo de Nicolás. Y como si de repente un Darth Sith se lo hubiera llevado al lado oscuro, desde este momento pide que el personal le llame Francisco o en su defecto "Fran", para los amigos. 
Guah. Esto pintaba demasiado bien.
Llego a casa y mientras estoy preparándome la cena e ingiriéndola, Telecinco estaba expandiendo su bomba de mierda televisiva en millones de casas, entre las que se encontraba la mía. Y es que el dato es muy jodido: casi uno de cada cuatro televisores vieron este nuevo y prometedor hit.

Nos aguardan tres meses de brillantes guiones aparentemente improvisados, donde gentuza de diferentes tipos de calaña, por un puñado bastante interesante de euros va a hacer el ridículo durante 24 horas delante de todo aquel voyeur que quiera. Bueno, con poner Telecinco en cualquier momento es suficiente.

Presentadores frustrados que quieren parecerse al Joker, hermanastros cuyos progenitores son de dudosa reputación, gente-sálvame para poder rellenar horas de tele, videntes casposos con coleta y túnicas en plan Gandalf... Y por último, tenemos al amigo íntimo de la hija adoptiva de una tonadillera que se encuentra en chirona, el cual, seguramente pienses como yo, tenga algún tipo de deficiencia o retraso y de este modo Mediaset pueda obtener algún tipo de subvención o algo. No lo sé.
Todo esto bajo el beneplácito de la ganadora de la anterior edición, de la cual no hemos enterado recientemente de unas supuestas estafas por parte de su representante durante los últimos años: Belén Esteban.
La estrella de Telecinco -esto ya denota tizne de televisión en este canal-, se dejó caer por el plató. Así a los espectadores de esta cadena, esos a los que continuamente nos hacen sentir como si nos faltasen unos días en el vientre de nuestras respectivas madres, ya nos queda claro que esta es la continuación de la mierda que dejamos el año pasado.

En fin, que sí, que lo vi. Que tengo datos que lo avalan, que no me arrepiento. Pero es que, de verdad, un hombre de mundo como yo, que ha conocido gente muy diversa, todavía se espanta viendo a un gordo inútil saltando en tutú y diciendo gilipolleces, a un mago y a un niño que decidió se espía para salvar el país. Todo esto en un mismo plano, en una misma pantalla y lo mejor de todo, sin cambiar de canal. Es que es como coger los personajes más trambólicos de las mejores películas y... ale! A disfrutar. 
Lo dicho, señoras y señores, disfruten, porque esto es un fiel reflejo de un país donde los ladrones están en lo más alto y los de abajo seguimos mirando el espectáculo con la cabeza hacia arriba, pensando que somos nosotros los que nos reímos, mientras que son ellos los que se están descojonando y llenando sus bolsillos de billetes.
Sí. Tenían razón: el mayor experimento sociológico que se ha hecho nunca. Una copia barata de lo que es nuestra sociedad.
Menos mal que todavía quedamos algunos que ven lo que somos, para saber lo que no queremos ser.


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