15 feb 2016

Lunes, otra vez

El lunes es como ese día odiado, el que nunca nadie quiere que llegue y el que al final lo hace como elefante por cacharrería, azotando una tarde de domingo y manta, como el que agita un panal de abejas y desea con todas sus fuerzas que le claven todos los aguijones del mundo con tal de que al siguiente día vuelva a ser sábado otra vez.
Y es que a nadie le gustan los lunes. Son como tristes, faltos de color y de gracia. Es como el amigo gracioso que te gasta una broma justo en el momento más inoportuno o esa copa de más que ya sabías antes de pedirla que sí, que estaba de más.

Si la semana fuera como una cuesta que conquistar, la imagen sería la de alguien pequeñito que tiene que conquistar la cima del fin de semana y contempla desde el punto más bajo la inmensidad que le queda por recorrer. Porque seamos sinceros, superar un lunes es casi como la corrupción; sabes que hoy hay un caso, pero que en siete días como mucho, te vas a encontrar otro.
Claro, para los que pueden disfrutar de los fines de semana, eso de poder parar de tu rutina para hacer lo que te plazca e incluso nada, la verdad es que ayuda un poco a despejar la cabeza. Aunque como en toda carrera, si paras, luego cuesta volver a coger carrerilla.

El primer día de la semana es como cobarde. Llega sin avisar y como pidiendo guerra. Es esa ventana indiscreta que deja ver todas tus carencias, ése que muestra tus ojeras en toda tu esplendor como queriendo dejar bien claro al mundo que tu cuerpo no está de acuerdo con esta tortura a la que lo estás sometiendo.
Es ese coitus interruptus que en forma de alud cae sobre tu persona de la manera más inoportuna. Para que me entiendas de una forma clara: un lunes es como el final de la serie de "Los Soprano"; creo que si la has visto, ahora sí, lo entenderás perfectamente.
Y si seguimos con analogías seriéfilas, podemos decir que al acabar el día, uno se siente como en el final de "Perdidos": preguntándote cómo has podido llegar aquí después de seis temporadas y que luego no sea para tanto.

Algunos podéis decir que tampoco es cuestión hacer un drama de un simple lunes. Es verdad. Si lo piensas, mañana ya es martes. Y... ¿qué hay peor que un martes? Efectivamente: un lunes.
Los martes llegan ya por inercia, sin darte cuenta. De repente, te encuentras frente a tu plato de alimento nocturno -también conocido como cena- maldiciendo tu suerte, y ya es martes prácticamente.
Luego, el miércoles es como ese día chulo, el respondón, el que te mira fijamente a los ojos como pidiendo más. Es el día en que piensas que si has llegado hasta aquí, el resto es pan comido. 
Después llega el jueves, tarde, pero llega. Empieza muy en lo alto, pero termina como acongojado y arrepentido por haber comenzado tan fuerte y suele jurarte que nunca lo volverá a hacer. Hay tantas personas que son como el jueves...
Y... vaya. Haces "¡chas!" y aparece el viernes a tu lado. Perezoso, sin ganas e incluso aburrido. Eso sí, siempre viene con la promesa de que lo que viene después de él será mejor que sí mismo.
Con rabia nos plantamos en el sábado, tan deseado como añorado. Esperarás mucho de él, pero al final será un viernes más y te acabará defraudando.
Como ese bigotillo tonto que te sale cuando te estás haciendo mayor comienza el domingo. Es el premio de consolación de la semana, el día que aparece casi sin querer aparecer pero que sin embargo, hace posible afrontar el lunes con solo un poquito más de optimismo. Son como la casualidad que estabas esperando, la chica "simpática" que te da calor, peli y manta. Quizás no sea la más guapa, pero joder, cómo alimenta el alma...
Sí, todavía queda mucho para que llegue un domingo a nuestras vidas.

A todo esto, ¿no estaba hablando de que hoy era lunes? Pues eso.

No hay comentarios: