1 feb 2016

Otra historia que no voy a contar

Se va escapando, deshaciéndose entre los dedos,
la palma de una mano que encuentra su homóloga,
un triste beso en la mejilla
calentando por un instante este frío cuerpo.

Cuestión de carne, frívolo, quizás incluso tierno.
Los dados que ya nunca sacan dos,
la suerte de desaparecer;
todo un arte eso de saberse esconder.

No llaman a esta puerta los ángeles del cielo,
se cuelan entre las piernas algo parecido al infierno,
la fe del pecado,
jurarle a un dios que mañana lo volveré a hacer.

Lejos están los buenos amigos,
hermanos de vida que este escenario vacío han dejado.
Rumbos que en el propio camino se encuentran,
intersecciones de nuestra existencia.

Los lunes ya no son al sol.
Ahora desordeno mis ganas,
me apego a mi cajita de recuerdos,
donde guardo las pequeñas cositas que valen la pena.
Ahí también escondo algunas dudas,
mis filias y cómo no mis fobias.

Me envuelvo con el traje nuevo del emperador,
me engaño otra mañana,
espero acurrucado en la cama,
y sueño esta vez que no me atormente el despertador.

Disuelvo las ganas en otro café,
me lavo la cara,
me arranco de cuajo con agua
las ganas de salir otra vez por esa puerta.

Otra historia que no voy a contar.
Ya es demasiado pronto para pensar en el martes.
Un espacio en blanco,
un espejo que cuenta demasiado,
estas líneas que esconden tanto.


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