29 ago 2011

The nothing I've become

Me cuentan que en el olvido no se está tan mal. Que han puesto ventanas con vistas al pasado; que el mañana es un muro en blanco y negro.

Las noches se hacen largas, copa en mano, me abandono otra vez a la desesperada de que pueda seguir convirtiendo esto en el mayor de nuestros sueños.
Las chimeneas dan el airecillo fresco que los veranos impiden disfrutar. Todo se marcha con el calor. Y como si de una mudanza se tratase, vuelve, todo, poco a poco, ensordeciendo cada palabra que la inspiración no me deja ahogar.

Besos en la frente, palmadita en la espalda; ahora ya estoy más seguro. Mujeres al borde de un ataque de celos, en esta piel que habito el sol ya no sale por Antequera, las estrellas ya no son lo que eran.

Y mi pregunta, insultante, de cómo debo comportarme ahora, qué ojos tengo que poner a esa mirada que busca pero no encuentra abrazos desesperados, que cuando estás piel con piel, sus garras se clavan en tus espalda, girando la cara, pero dando gracias a Dios de seguir viendo ese cogote, que no sé como será, pero rima con escote.

No hay razones. No hay perdón. Juegos de azar, para que no nos rocemos con las pestañas en plena mirada. Los suspiros crean tormentas. La desidia puñales en soledad.
Quítate el vestido, pequeña; no hay nada más por lo que yo muera esta noche que ver tu cuerpo desnudo asomado a la ventana deslumbrando a la luna.

Pero ahora ya no espera nadie. Y bueno, no hay nadie a quien esperar.
Princesas que buscan al príncipe azul entre sus bragas cuando lo tienen ante sus ojos.
Príncipes que se creen que lo son y dejan varada a esa sirena tan preciosa en la arena del mar.

Juntemos nuestas manos, dejémoslas que recorran nuestros cuerpos más allá de nuestra cintura, donde el sentido da sentido a un sinsentido.
Hablemos con palabras mudas; vendamos al mayorista nuestra perdón, nuesto edén, nuestro pecado.

No hay nada que me cueste más que ver la nada en la que nos hemos convertido.


Bonus track:

26 ago 2011

Transición


Es curioso ver cómo pasa el tiempo. El otro día estaba hablando con alguien de esto. Le dije que, no solo nosotros crecemos y nos hacemos mayores; sino que para el resto también pasa el tiempo. Es decir, que mientras nosotros nos convertimos en jóvenes que se quieren comer el mundo y que luego resulta que es el mundo quien les come a ellos, los demás envejecen sin que el tiempo pida permiso.
Hace algunos años estas vistas que ahora tengo hubieran supuesto mil alegrías; ahora casi suponen un tiempo de transición entre dos periodos.
No me sale quejarme; no puedo quejarme.
Supongo que durante el año no había tenido tiempo de pararme mínimamente a pensar, de hecho, mientras la catástrofe de la rutina hacía de las suyas ahogando cada segundo, uno era consciente de que en realidad era ella misma era la que le estaba salvando de una catástrofe personal importante. Y bueno, ha llegado en el momento en que la tormenta ha pasado dejando unos destrozos en uno mismo, creo que a tener en cuenta.
Ahora, con tiempo para pensar, pero con perspectiva de que solo (creo) sea pasado, aquí paz y después gloria; uno se da cuenta de muchas cosas. Oportunidades, momentos, personas, amigos…
Todo eso adornado con el perfecto contra-condimento de las oportunidades fracasadas, malos momentos, personas que no son lo que eran, y… amigos que no son lo que tú creías.
Uno ha hecho las cosas mal. Ha fallado. Y seguro que más de lo que le han fallado a él. Pero ya saben, es más fácil ver la aguja en ojo ajeno, que la viga en el propio. Muy típico. Muy tópico.
Ya hablé hace unos días de los septiembres, y mi fascinación que roza casi la adoración por ellos.
Todo el mundo debería temerlos, respetarlo y amarlos; y no por ese orden.
Pero saben qué; al final, casi siempre quedan los mismos. Y no me valen las sandeces de los semáforos que parpadean, porque como bien sabemos todos, el único color que parpadea es el ámbar, que significa precaución.
Como en todo, siempre vemos más mierda de la que hay, que nos impide ver las flores cosechadas, e incluso encontradas por casualidad en este jardín del edén.

18 ago 2011

Mi soledad y yo

Entras en casa. Tras de ti un portazo que rompe el silencio. No enciendes la luz; te abres camino: recuerdas cada centímetro.
Llegas a la habitación, dejas la maleta. Te tumbas en la cama con los brazos extendidos como si fueras un ángel que espera levitar en cualquier momento.
De repente el reproductor de música se enciende, sonando aquella canción que bailaste pegado, pesando que esas cinturas nunca se separarían, que esas miradas no se desviarían, que esos labios no se dejarían de besar.

Cierras los ojos. Disfrutas de todas y cada una de las notas que suenan. Estas a oscuras. Nada te molesta. Ni un solo ruido; solo la melodía da sentido a los próximos cuatro minutos.
Termina.
Abres los ojos. Pero sigues sin ver nada. A lo lejos, un destello de luz procedente de una rendija de la ventana cerrada.
Te descalzas con los pies. Te levantas; el suelo está frío. Te acercas a la ventana. El haz de luz que entra ilumina a cual foco únicamente a una mesa en la que reposa una fotografía. En ella, una chica retratada de hombros para arriba, con la mirada cabizbaja, ojos cerrados y melena morena rizada. Preciosa. Es ella. Soy yo.
Coges el portarretratos en el que está metida y te sientas en el sillón. La observas mínimamente con la luz que hay. Abrazas la imagen, como si de un ser querido se tratase. Un sentido abrazo de ojos cerrados dura como medio minuto. Besas el cristal del portarretratos, te levantas y lo dejas donde estaba.

Caminas por el pasillo. Cada centímetro es reconocido. Cada paso es recordado.
Entras en todas y cada una de las habitaciones de la casa; tampoco son tantas.
No hay nadie. Ahora ya no hay nadie. ¿Alguna vez lo hubo?
Te arrodillas en el suelo derrumbado. Comienzas a llorar y gritas "por qué".

Te sientes solo. No hay nadie que espere ni nadie a quien esperar.
Estás solo. No hay luz en tu vida. Una canción que empieza y que se acaba en medio de la nada.
Una fotografía de recuerdo; pero nada más. Solo tú y tu oscuridad.
Nadie que coja tu mano y te diga de hacer el amor en ese sillón. Nadie que cante contigo esa canción. Nadie que de luz a esta oscuridad. Nadie que te tienda la mano cuando estés llorando en el suelo y responda a tus plegarias "porque te quiero".

17 ago 2011

Palabras gastadas


Utilizo palabras gastadas, denoto pasividad en mi frente. Me invento cosas que no existen, vuelvo a cual Cenicienta a las 12 al encuentro de nuestros cuerpos. Solo a una pared de lo que fue y no es.
Me levanto y miro al mar, cualquier canción me toca esa fibra; cualquier mentira hace que me crea lo que no tengo que pensar.
Las nubes negras parecen, ya pasaron; el alcohol ya no moja mis labios, el humo ya no es el bochorno de los fracasos.
Mis dedos sueltan las manos que me hacen caer, unos acordes con tus dedos en mi piel, me recuerda esa melodía a priori tan perfecta. Qué par de idiotas, cajones sin ropa interior.
Nunca presente sin pasado; qué ha pasado, ninguno nos hemos dado cuenta, barba de nuevo que da la apariencia y debajo lo de siempre. Sonrisas y sombras para no decir nada que mache este vestido nuevo que estrenamos.
Me sobran los motivos, me encarece el desatino de no encontrar cualquier sitio donde cerrar los ojos, imaginarnos a ambos dos solos; manos en nuca, a este techo no le iría nada mal una capa de pintura. La rutina me separa ahora de quien soy, del resquebrajado paseo a la fábrica de mis sueños, del vivir despierto.
Un beso afónico, un contigo estoy bien, un porqué no, un ahora no me atrevo, un todo se complicaría…Muchas cosas en forma de escusa para engañar a esta cabeza que está cerrada por vacaciones, que colgó su cartel de que se traspasa para dejar su mente volar durante unos días; no pensar en nada para poder pensar en todo. Dónde está nuestra verdad…
Dime una mentira piadosa que me de ese aire que me da la vida cada vez que mis labios sonríen al ver esas braguitas colgadas en la lámpara, cansada de no madrugar, de acostarse cuando el sol sale a trabajar, de que la luna ahínque el codo con ella cantando a las noches de los gatos perdidos.