30 sept 2015

Octubre

Acecha octubre, se deja en entredicho, se agasaja entre nosotros. Va descalzo por la casa, se tapa con una manta, se deja acurrucar en tu regazo. Es como un juguete nuevo, esa vecina que no sabías que existía pero que una tarde tonta te hace ojitos en el ascensor.
Es tiempo de dejar crecer el pelo, de limpiar los cristales de tus gafapasta, de que tus pies no se queden fríos por miedo a que no haya alguien que los caliente.
Son mañanas de desperezarse, de mirarse al espejo, de disimular las canas y arrugas, de café sin azúcar, de salir por la puerta sin saber cuándo volver.

Es un mes diez. Como diez son los fracasos que a estas alturas de año llevas. Bolsillos vacíos, ni un puto duro y menos todavía dignidad. Se aguan los hielos de esta copa. Se derraman en esta barra el desengaño, el reproche, los besos largos, el dueño de unos labios a mar abierto.
Es el naufragio de otro mayo, la duda de otro verano, la pena de antaño. Ya no contarán tu historia en la radio, serás otro bufón que nunca más subirá a ese escenario. Es este vicio innegable de soledad en vena, esta trinchera que tu arteria coagula y espera el frío de otro triste y soleado invierno. 
Serás la viva caricatura, el stronzo di merda, la puta que despasa tu camisa.

La mente se confunde, se deja engañar por cada gota, ya no se sonroja. Se cala como un zaguán mojado, entreviendo un mal gesto, un simple abrazo o perfume de desdén. 
El tropezar tonto, la mitad del final de un principio, lo justo, quizás más de lo adecuado. La torpe mentira que el calendario acentúa, el tosco botín de una vida que en nada queda cuando por sorpresa te encuentra en ropa interior.
Siempre quedará algún reproche de lo que el año pudo ser, puede que incluso quede dignidad en las palabras.

Entretanto un noviembre que acontece un diciembre te va dejando en evidencia, terminando un año de desdichas, torpezas y caricias.


15 sept 2015

Podría acostumbrarme

A veces, la vida te concede caprichos. Te hace tocar tus sueños con la punta de tus dedos y levitar unos pocos centímetros haciendo aquello que amas.
Porque de eso se trata, ¿no? De vivir. De levantarme cada mañana sabiendo que vas a disfrutar con aquello que haces, que vas a estar en un lugar donde "crecer" es sinónimo de "progreso".
Nadie dijo que buscar tu camino fuera una cosa fácil; muchos desisten y toman vías alternativas. Y yo, sería un mentiroso si negara mi constante debilidad de tomar otros caminos, y mi constante sensación de que esto no va a llevar a ningún sitio. Pero siempre acabas sacando fuerzas, y sobre todo ganas, para seguir allá donde crees que tienes que estar.

Conviene en ocasiones jugársela, decir que no para luego decir que sí. Apostar con todo el riesgo de fallar -con lo que eso conlleva- y con la satisfacción de un posible éxito, que seguramente en esos momentos no podamos apreciar.
Y con todo esto, sucede que a veces te encuentras tan cerca y tan lejos... Saboreas, disfrutas, te emocionas sabiéndote el más privilegiado de todos. Porque sí, lo eres. Más que nunca, ahora es así. Porque nadie lo creyó, ni siquiera uno mismo. 
Que nadie diga que no lo has intentado. Que nadie diga que no has apostado por ti.

He tenido la oportunidad de conocer a gente fantástica. De jugar en la primera división de lo mío. Porque aquí nadie te conoce y de nada vale lo que puedas haber hecho antes, y este es el momento de demostrar. ¿Y sabes qué? Hay algo de lo que poder estar orgulloso en tu camino: el hecho de no haber llegado aquí por guapo, por haber lamido las heces de algún ano, ni por el hecho de que algún "amigüete" haya levantado el teléfono.

Sí. He disfrutado. He aprendido como nunca te imaginas. He aprehendido de los grandes profesionales, tanto de lo nuestro como de la vida. Y de lo que puedo estar seguro es de haber sabido siempre cuál ha sido mi lugar, sin pretensiones, sin presiones e intentar hacer las cosas de la mejor forma posible.
Hay momentos que no se han publicado en las redes sociales, que me los quedo para mí; para mi uso y disfrute. Como mucho, para compartirlo con todo aquél que quiera escuchar algún chascarrillo. Nada más.
Porque hay cosas que son demasiado de verdad, que no se pueden explicar, y que tampoco es necesario contar.

Que además, eso de estar solo en una ciudad como esta, mientras en casa las cosas no iban como a uno le gustaría, realmente no ha sido fácil. Pero mentiría si dijera que esto ha sido así, porque sentía el calor de muchas personas que no han dejado de esta ahí, sin estar aquí.

¿Saben que les digo? Que volveré, no se muy bien a dónde, pero lo haré. Y pese a que hoy sea un día gris, literalmente, pesa más lo vivido que otra cosa. Es una marcha para valorar todo lo que ha pasado, para seguir probando cosas, pero sobre todo para seguir aprendiendo.
Sinceramente, podría acostumbrarme a seguir viviendo de mi ilusión, porque en ocasiones como esta, te das cuenta que nuestras metas en ocasiones se pueden tocar con la punta de los dedos.
Larga vida a los sueños. Y... cuidado, que en ocasiones se pueden hacer realidad.