17 mar 2014

Queda todavía

Hace días que no escribo. Será que estoy vacío, cautivo en un laberinto sin salida, preso de incoherencia, cerquita del infierno.
El sombrero esconde la claridad de la noche, los meses pasan las hojas de un diario, que en blanco esperan a ser rayadas.
Soy menos de mirar a los ojos y más de mostrar el cogote. Que en días como estos, en los que uno camina solo, te das cuenta que la carencia de sentido está presente.

Que ni con 2 ni con 3, ni con 23 ni ciento y uno volando, de mis manos se escapan los segundos, lo oblicuo y perpendicular a mi sentido.
Ya no quedan amigos, ahora cobro entrada al espectáculo. Hemos perdido los versos: nunca me enseñaron en la escuela a rimar perdición con armonía.

Siempre soñé con ser marinero, pescador de estrellas: un niño eterno.
Hoy solo soy un pordiosero, un vagabundo que malvive en la basura: el eterno infante que dejó de serlo.

Me fascina la noche, la facilidad de pecado, la botella en una mano y en la otra cualquiera. Serpientes que suben por el estómago, que estrangulan el sentido, que solo buscan tu cartera.
A la mierda con los príncipes azules, sucios farsantes, mediocres picassianos. Olvidé la carroza en doble fila, el palacio entre cartones y los zapatos de cristal.

Los instintos flojean, las pestañas se marchitan y las miradas se agrietan, me someten de rodillas.
Aturdido y vivo todavía, con diez y trece historias por contar, por mentir, por honrar, por joder, por morder, por reír, por vivir - al fin-. Que epopeyas como estas nunca superan a la ficción y ya no me sonrojo como antaño.

Será que me habré hecho mayor o que he perdido el respeto por todo.