8 sept 2016

La vuelta al cole

Ahora que es tiempo de mochilas y plumieres, que toca hacerse una vida nueva como si de un castillo de naipes se tratara, guardo en mi macuto los lastres de mis fracasos, las horquillas que separan lo bueno de lo malo.
Vuelven los madrugones, las camas vacías. Dejamos atrás los besos a escondidas, las entradas a hurtadillas, el mal de amores que ya no se sirve sin espina.
Seguiremos subrayando entrelíneas, descifrando un qué, intentando entender el porqué. Nos sentaremos tras un pupitre viendo pasar fugazmente la vida, dejando en almíbar esos momentos tan dulces que ya no suenan a despedida.
Pero miraremos siempre hacia atrás, veremos los que se fueron, los que están como ausentes y los que parecen que con nocturnidad piensan abandonar.
Este curso prometo aprobar, dejar por fin las decepciones, esmerarme por no destacar, brillar a escondidas que es cuando más luz uno puede dar. Porque llega un momento que dejarse ver demasiado le hace perder la magia.
Y cuando las cosas no vayan como a uno le gustaría, cambiaré de color, como el que cambia de camisa, como el que baja en ascensor. Pintaré en blanco y negro las casualidades del futuro, ahogaré en un vaso de cristal todo cuanto estremezca mis sentidos, y seguiré siendo aquél del que te cuelgues cada vez que busques eso que has perdido.
Si el reloj marca las cinco y mi madre me espere con el bocadillo, o mi abuelo ha decidido que esa tarde me llevará al cine, será cuando entonces, solo entonces, merezca la pena haber venido, dejando una vez más que septiembre nos venga recordar la extraña sensación de que parezca que estamos vivos.