29 feb 2016

Quería decirte

Quería decirte,
que sigo durmiendo poco y bebiendo dos más de las que tocan,
que las cuentas del tiempo no me salen,
que no necesito el amor sin espinas.

Quería decirte,
que me sigo engañando con horario laboral,
que me decepciono si en días como hoy me toca madrugar,
que nadie se detiene por la calle cuando voy a cruzar.

Quería decirte,
que mi preocupación por la nada sigue siendo lo más importante,
que mi equipo este año bajará a segunda,
que no encuentro ni el cómo ni el cuándo para mojar mi almohada.

Quería decirte,
que este tonto que escribe lo es cada día más,
que un día prometí vivir la vida de él,
que está pero ya se fue.

Quería decirte,
que me inspiro cada día en sandeces,
que mi sombra me estorba,
que tengo la mirada perdida en vidas que no son la mía.

Quería decirte,
que los lunes se me atragantan,
que me sigo levantando cada mañana buscando una razón,
que espero demasiado y añoro otro tanto.

Quería decirte,
que he fallado una y otra vez sabiendo que lo hacía,
que siempre he sido torpe para las despedidas,
que he perdido tanto y ahora no tengo demasiado.

Quería decirte,
que nunca supe arrepentirme,
que los abrazos ya no traspasan este cuerpo,
que ahora ya nunca es para siempre.

Quería y quiero decirte...

15 feb 2016

Lunes, otra vez

El lunes es como ese día odiado, el que nunca nadie quiere que llegue y el que al final lo hace como elefante por cacharrería, azotando una tarde de domingo y manta, como el que agita un panal de abejas y desea con todas sus fuerzas que le claven todos los aguijones del mundo con tal de que al siguiente día vuelva a ser sábado otra vez.
Y es que a nadie le gustan los lunes. Son como tristes, faltos de color y de gracia. Es como el amigo gracioso que te gasta una broma justo en el momento más inoportuno o esa copa de más que ya sabías antes de pedirla que sí, que estaba de más.

Si la semana fuera como una cuesta que conquistar, la imagen sería la de alguien pequeñito que tiene que conquistar la cima del fin de semana y contempla desde el punto más bajo la inmensidad que le queda por recorrer. Porque seamos sinceros, superar un lunes es casi como la corrupción; sabes que hoy hay un caso, pero que en siete días como mucho, te vas a encontrar otro.
Claro, para los que pueden disfrutar de los fines de semana, eso de poder parar de tu rutina para hacer lo que te plazca e incluso nada, la verdad es que ayuda un poco a despejar la cabeza. Aunque como en toda carrera, si paras, luego cuesta volver a coger carrerilla.

El primer día de la semana es como cobarde. Llega sin avisar y como pidiendo guerra. Es esa ventana indiscreta que deja ver todas tus carencias, ése que muestra tus ojeras en toda tu esplendor como queriendo dejar bien claro al mundo que tu cuerpo no está de acuerdo con esta tortura a la que lo estás sometiendo.
Es ese coitus interruptus que en forma de alud cae sobre tu persona de la manera más inoportuna. Para que me entiendas de una forma clara: un lunes es como el final de la serie de "Los Soprano"; creo que si la has visto, ahora sí, lo entenderás perfectamente.
Y si seguimos con analogías seriéfilas, podemos decir que al acabar el día, uno se siente como en el final de "Perdidos": preguntándote cómo has podido llegar aquí después de seis temporadas y que luego no sea para tanto.

Algunos podéis decir que tampoco es cuestión hacer un drama de un simple lunes. Es verdad. Si lo piensas, mañana ya es martes. Y... ¿qué hay peor que un martes? Efectivamente: un lunes.
Los martes llegan ya por inercia, sin darte cuenta. De repente, te encuentras frente a tu plato de alimento nocturno -también conocido como cena- maldiciendo tu suerte, y ya es martes prácticamente.
Luego, el miércoles es como ese día chulo, el respondón, el que te mira fijamente a los ojos como pidiendo más. Es el día en que piensas que si has llegado hasta aquí, el resto es pan comido. 
Después llega el jueves, tarde, pero llega. Empieza muy en lo alto, pero termina como acongojado y arrepentido por haber comenzado tan fuerte y suele jurarte que nunca lo volverá a hacer. Hay tantas personas que son como el jueves...
Y... vaya. Haces "¡chas!" y aparece el viernes a tu lado. Perezoso, sin ganas e incluso aburrido. Eso sí, siempre viene con la promesa de que lo que viene después de él será mejor que sí mismo.
Con rabia nos plantamos en el sábado, tan deseado como añorado. Esperarás mucho de él, pero al final será un viernes más y te acabará defraudando.
Como ese bigotillo tonto que te sale cuando te estás haciendo mayor comienza el domingo. Es el premio de consolación de la semana, el día que aparece casi sin querer aparecer pero que sin embargo, hace posible afrontar el lunes con solo un poquito más de optimismo. Son como la casualidad que estabas esperando, la chica "simpática" que te da calor, peli y manta. Quizás no sea la más guapa, pero joder, cómo alimenta el alma...
Sí, todavía queda mucho para que llegue un domingo a nuestras vidas.

A todo esto, ¿no estaba hablando de que hoy era lunes? Pues eso.

14 feb 2016

San Valentimo

Muchos se deshacen en halagos hacia sus parejas en un día tan señalado en el calendario. "Cariño, te quiero tanto que vamos a tener toda la personalidad del mundo y vamos a celebrar como todo hijo del dios consumismo que hoy nos queremos mucho". Y así nació San Valentín.
Como si no existieran en este año bisiesto otros 365 días para mostrar en los pequeños gestos, que para ti esa persona significa algo más que un ser vivo que se alimenta, se relaciona e incluso se reproduce. Pero no, en un arrebato de amor prefabricado, tengo que comprarte una cajita de bombones, unas flores y pagar una cena en un sitio caro y cuqui para luego acabar muertos de hambre tomándonos un MacFurry de postre, cual fantástico y cotidiano día normal.

Porque creo que ya está bien que nos digan cuando tenemos que mostrar nuestro amor y gastarnos un poquito la pasta. Vale, puede que ahora estés pensando que soy el clásico tío que va en plan de malote construyendo su vida en contra de los estereotipos que esta sociedad nos impone. Pues si eso quiere decir que tengo que compartir en las redes mi fantástico vídeo de mis "amistades" y tengo que salir por narices y como si no hubiera mañana la última noche del año, pues... ¡Sí! Un poco malote sí que soy.

Muchas parejas salieron ayer de su fantástica monotonía para ir a algún sitio romántico a cenar, no sin antes teclear en Google "sitios románticos para cenar" -yo lo he hecho; sí, soy culpable, llévenme-, y compartir con esa persona tan importante un delicioso y escaso majar al calor de unas velitas. Son esas parejas las mismas que cuando vas caminando por la calle están cada uno con su teléfono móvil sin hacerse ni puto caso. Esas que se ven sin mirarse, esas que se miran y no se reconocen, pero que sienten que por lo menos una noche "han hecho lo correcto".

Y es que ya no se trata de San Valentín sí o San Valentín no. Estamos hablando del amor de plástico, de la falta de complicidad con la persona que tienes delante, del complemento incompleto que puede que caliente tu cama pero no tu alma. No seré yo quien de lecciones y menos de esto, pero yo qué sé, un poco de personalidad, solo un poco, a la hora de hacer las cosas.
¿Porque saben qué...? Las mejores cenas románticas que he tenido en mi vida han sido un martes o miércoles, en el sitio más sencillo de la ciudad -con las mejores bravas, eso sí-. Porque al final lo que se estaba celebrando en esos momentos es que después de un largo día habíamos sacado un hueco para estar juntos y contarnos la vida. 
Y de verdad, eso es para un servidor lo extraordinario en lo ordinario; no que me digan cuando y cuanto tengo que gastarme para estar con la persona que quiero.
Cada uno y cada una que haga lo que quiera. Yo puedo comprender que puede ser muy bonito y súper romántico. Pero es que el amor no se fabrica. Y todo lo que no es de verdad, estaremos de acuerdo, podemos utilizar la calificación de timo.

1 feb 2016

Otra historia que no voy a contar

Se va escapando, deshaciéndose entre los dedos,
la palma de una mano que encuentra su homóloga,
un triste beso en la mejilla
calentando por un instante este frío cuerpo.

Cuestión de carne, frívolo, quizás incluso tierno.
Los dados que ya nunca sacan dos,
la suerte de desaparecer;
todo un arte eso de saberse esconder.

No llaman a esta puerta los ángeles del cielo,
se cuelan entre las piernas algo parecido al infierno,
la fe del pecado,
jurarle a un dios que mañana lo volveré a hacer.

Lejos están los buenos amigos,
hermanos de vida que este escenario vacío han dejado.
Rumbos que en el propio camino se encuentran,
intersecciones de nuestra existencia.

Los lunes ya no son al sol.
Ahora desordeno mis ganas,
me apego a mi cajita de recuerdos,
donde guardo las pequeñas cositas que valen la pena.
Ahí también escondo algunas dudas,
mis filias y cómo no mis fobias.

Me envuelvo con el traje nuevo del emperador,
me engaño otra mañana,
espero acurrucado en la cama,
y sueño esta vez que no me atormente el despertador.

Disuelvo las ganas en otro café,
me lavo la cara,
me arranco de cuajo con agua
las ganas de salir otra vez por esa puerta.

Otra historia que no voy a contar.
Ya es demasiado pronto para pensar en el martes.
Un espacio en blanco,
un espejo que cuenta demasiado,
estas líneas que esconden tanto.