27 may 2017

Pero qué...

Pero qué guapa estás. Qué bien te sienta la distancia, los besos de otros, abrazos rotos que envilecen lo que queda después de la añorancia.
Pero qué lejos te siento. Qué viejos nos hacemos, duelen los recuerdos, las carcajadas que ahora agonizan; Sabina que ya nos lo advertía.
Pero qué bien te veo. Qué perfecto aquello de que el tiempo lo cura todo, lo cabal que es desnudarse ante el cuerpos de otros.
Pero qué sincera te encuentro. Qué segura de ti misma; cuánto nos perdimos, cuánto ganamos separándonos el uno del otro.
Pero qué mujer estás hecha. Qué niña eras, robando segundos al tiempo, apurando las arrugas de tu juventud cogidos de la mano.
Pero qué poco princesa. Qué clase, qué zapatillas, qué arte, qué personalidad con la boca pequeña.
Pero qué sencilla. Qué poca necesidad, qué falta de respeto a todos aquellos que te pretendieron, qué perfecto era estar contigo.
Pero qué corazón tan grande. Qué cicatrices que te arden, los latres que dejamos cuando nos marchamos, la huella que ha calado y todavía hoy te recuerda.
Pero qué tú, pero cuánto yo fui contigo, qué maravilloso nosotros juntos, qué duro el recuerdo, qué marchito lo que ha quedado, qué pena no dormir hoy a tu lado, qué dolor este letargo de los años, qué sabor ese de tus labios que por mucho que el tiempo pase sigo sin encontrarlo.
Pero qué... pero qué le vamos a hacer.



9 abr 2017

Ya ves

Ya ves. Nos distraemos comiéndonos la vida, nos acostamos sabiendo que a las doce dará comienzo la escena de dudas y reproches.
Ropa desordenada, indicativo de desastre natural. Haz lo que quieras; duda y encuentra, déjame un rato más perderme en la espalda de otras para homenajear tu recuerdo.
Bailas otra noche como insinuando, como queriendo ahogar en otro trago este letargo, esos malos ratos que desenredan los segundos que rozaste mi mano. Dejas caer tus labios sobre mi cuello, punzada que en forma de tiempo atraviesa el espacio que separa nuestros cuerpos.
Unos acordes, una canción a cuatro manos, esa conjugación del verbo, ese precipicio que solo separa unos centímetros, el mar que va dejando su huella al subir la marea.
Me siento a ver atardecer en esa playa, imagino lo que hubiera sido una vida contigo. Se me antoja desayunar contigo los domingos, querernos como nos quisimos, discutir el nombre de nuestros hijos, descubrir juntos esa canción que nos recuerda que nos hacemos un poco más viejos.
Y hoy, pese a que sea abril y han pasado los años, me he acordado de ti. Ya ves.
Mándame una carta del pasado, que esperaré viendo pasar la vida buscando en otras lo que encontré en ti.

28 feb 2017

Y sin embargo

Se van apareciendo los fantasmas del tiempo, aquello que sigue resonando en mi cabeza, aquello que atormenta mis ideas. Voy haciendo cortes de manga a aquellos que se me atragantan, quedándome desnudo en esta playa en pleno invierno, sintiendo en la piel el viento, que atraviesa los poros de un corazón que late por inercia.
Y es que la vida no espera, no tiene conciencia ni lo pretende; te sorprende naufragando, te ansía logrando sueños, truncando besos con vistas al mar.

Los huecos que dejo en almohadas ajenas, los reproches, los excesos. Me sigue dando miedo acercarme demasiado a tus ojos, porque pueden encontrarse nuestros labios; eso sí, por casualidad.
Dime, cuéntame, ¿dónde escondo yo mis miedos?. Dime la dirección hacia la que tengo que huír, agárrate a mi mano, déjate influir.

No perdamos de vista nuestros pasos, dejemos para mañana lo que hoy se nos hace bola. Arremanguemos nuestros complejos, haz que mi cuello sea solo un camino que sigilosamente recorres, traviesa.

Y ahora, toca seguir engañando, espiando la solapa de tu camisa, envidiando cada centímetro de tela que roza tu cuerpo. Porque el agua sigue recorriendo nuestros cuerpos, que eternos, nos esperan en otras vidas que no son las nuestras. Volverán, otros que se parezcan a mí; pero por suerte, ninguno lo será.
Lo niños te despertarán un sábado a las nueve, mirarás a tu lado izquierdo de la cama y no seré yo quien te sueñe. Removerás el café pensando que te sigue faltando algo, y no, no será el azúcar. Caerán las gotas lentas cuando estés en la ducha y volverás a dibujar con tus dedos un corazón; esta vez no será en mi espalda, sino en el baho que dejas en el cristal de tu cuarto de baño.



29 dic 2016

Párrafos desordenados

Hace un par de meses que no escribo sentado frente al ordenador, centrado únicamente en lo que estoy haciendo. Solo un taladro de unas obras en la calle me perturba y molesta en estos momentos; eso, y que tengo los pies fríos.
Siempre hacia arriba y hacia abajo, parando en ocasiones a respirar y escribiendo algunos párrafos casi como un furtivo.
Y casi por goteo el año agoniza con alguna victoria y con unos cuantos más fracasos que no caben en estas líneas. Porque siempre se dice que el año que viene será mejor, considero que en mi caso, no cabe ninguna duda.
Tenía como mantra aquella frase de "crecer es aprender a despedirse", quizás haya podido comprobar que es verdad, quizás y solo quizás haya aprendido cuánto duele crecer, o lo que es lo mismo, despedirse.
Y es que aunque la fachada se pinte de rutina, llega un momento en que el tiempo se para y te das cuenta de que el sol no brillaba tanto como esperabas, que era el reloj el que camuflaba tus fracasos y que eras tú el culpable de despistar la herida que todavía subyace. 
Termino el año cabreado, decepcionado con uno mismo. Por darle importancia a quien no te la ha dado y por dejar de lado aquellos que nunca han pedido nada a cambio y siempre han estado.
Siempre me he considerado un proyecto de un proyecto, algo que está por hacer, que intenta ser y no es. Que de fracasos ya me he llevado unos cuantos y que no me vacío una vez más con lo más mínimo.
La vida no espera y yo sigo dando tumbos intentando encontrar sentido y razón a todo esto. Sí, es verdad, puede que me complique en exceso, que sea de extremos en muchos casos... Pero qué le voy a hacer si nadie me enseñó cómo vivir.
Porque quiero disfrutar de los putos lunes, escuchar cada detalle de una canción, cerrar los ojos y volar lejos de esta habitación. Es verdad, no sé quien soy. Pero sé muy bien el que no soy, eso sí que lo he tenido claro. Y será la edad, el mal carácter, o qué sé yo, pero las tonterías cada vez me aburren más. Si has marchado, cierra bien la puerta que no voy a molestar más, pero deja de joder a este pobre idiota. 
Sé muy bien donde no llegaré, hace tiempo que dejé de soñar. Piso fuerte realidad y suelo, maltrecho miedo que desata estos zapatos. Y sin más, me dejo llevar; me cautivo con lo que aprendo, me deshojo con lo que pierdo, lo que sale de mis bolsillos rotos, buscando abrazos en otros labios.
Pero se me van las ganas, las fuerzas por la boca y la entrañas, buscando ese carente sentido en la nada que nos enseña la vida. Pasajeros al tren, gritaba. Y ese tren se marchaba, lejos, como el náufrago que nada le falta. Soledad divino tesoro, arrogancia qué has venido a buscar; esconde bajo llave los recovecos de esta cama que ya no son de nadie.
Y apareces, me dices que dónde vas con esa cara, si solo haces que divertirte. Amaga, renuncia, escupe al firmamento como ese aprendiz de brujo, dibuja cada instante, comparte cada gesto, cada inocua despedida, cada antojo...
Me perdí, y de verdad que no tengo ningunas ganas de encontrarme. Quien quiera, ya sabe, que me llame. Me he cansado de encontrarme con la puerta en las narices, con la duda en forma de interrogante. Que no hay nada mejor que no necesitar, que no hay complejo peor que el de no sentirte vivo y de que esto significa algo más, que no hay abismo.
Se regodean los ángeles que me cuidan desde arriba, siento sus fuerzas cada día. No te has ido, sigues conmigo todavía. Me cuesta enfrentarme, me apena recordarte. La suela de mi zapato está gastada de enrolarme en círculos concéntricos, de ilusionarme para que luego te marches, de vivir por otros que no pudieron. Si ya salieron corriendo y les llamaron locos, ¿por qué yo no puedo hacerlo?. Si otros que no eran locos, se quedaron con las ganas, yo no seré.

Celebren el año entrante como el de desenvolver interrogantes. Vivan cada instante, como si nada importara, como si eso de despertar mañana fuera un sueño el el Mundo de las Maravillas. Feliz vida, para todos.


2 oct 2016

Puerta cerrada

Con la serenidad que te dan los domingos, lejos quedan carreteras, rastrojos de caminos secundarios frente al televisor.
Resuenan todavía los ecos de septiembre y la vida que sigue sin perdonar, los centímetros de un cuerpo que queda por conquistar. La resaca dominical dejó hueco a las tostadas con café bajo el sol. El fresco acontece, se lleva cualquier resquicio estival, los frentes que todavía no ha podido derrumbar.
Ya cuelga sobre mi cuello la corbata, ya llevo en la espalda una mochila roja con cien mil motivos e ilusiones. Me pierdo en mares serenos, hay marejada y tormenta en los atardeceres rotos. 
Y no sé si seré demasiado tonto, si quiero lo que duele, si añoro lo que tuve. La cuestión radica en la permanente disconformidad del presente vivido. No quiero más vino, mi copa está llena; no quiero si lastimo, que te acerques demasiado, lenta...
Serán las flores del jardín de la indecisión, los pétalos que arrojé sabiéndome ganador, las flechas que me clavé, sí, en el corazón.
No es esta realidad la nuestra, como tampoco lo son los meses compartidos, se ahogan lentamente los días entre los besos que perdimos mientras que no debimos. Ahora, sofoquen este fuego del que solo quedan ascuas, viejas historias que algún día recordaré.
Mientras tanto, disculpen la tristeza. Disculpen que cierre la puerta y aquí no deje pasar.

8 sept 2016

La vuelta al cole

Ahora que es tiempo de mochilas y plumieres, que toca hacerse una vida nueva como si de un castillo de naipes se tratara, guardo en mi macuto los lastres de mis fracasos, las horquillas que separan lo bueno de lo malo.
Vuelven los madrugones, las camas vacías. Dejamos atrás los besos a escondidas, las entradas a hurtadillas, el mal de amores que ya no se sirve sin espina.
Seguiremos subrayando entrelíneas, descifrando un qué, intentando entender el porqué. Nos sentaremos tras un pupitre viendo pasar fugazmente la vida, dejando en almíbar esos momentos tan dulces que ya no suenan a despedida.
Pero miraremos siempre hacia atrás, veremos los que se fueron, los que están como ausentes y los que parecen que con nocturnidad piensan abandonar.
Este curso prometo aprobar, dejar por fin las decepciones, esmerarme por no destacar, brillar a escondidas que es cuando más luz uno puede dar. Porque llega un momento que dejarse ver demasiado le hace perder la magia.
Y cuando las cosas no vayan como a uno le gustaría, cambiaré de color, como el que cambia de camisa, como el que baja en ascensor. Pintaré en blanco y negro las casualidades del futuro, ahogaré en un vaso de cristal todo cuanto estremezca mis sentidos, y seguiré siendo aquél del que te cuelgues cada vez que busques eso que has perdido.
Si el reloj marca las cinco y mi madre me espere con el bocadillo, o mi abuelo ha decidido que esa tarde me llevará al cine, será cuando entonces, solo entonces, merezca la pena haber venido, dejando una vez más que septiembre nos venga recordar la extraña sensación de que parezca que estamos vivos.


31 ago 2016

Os quería contar

Hace años que busco equivocarme conscientemente, que ya no me emocionan las historias de amor, que soy menos del del sí y del no, frecuentando mucho el "ya veremos".
Me impaciento cuando algo me trunca el alma, me enfurezco cuando las cosas no son como yo pienso que tienen que ser; ¿y qué?. Si es verdad que cada vez transijo menos, que apuro más las uñas de los dedos, que nadie me hace cambiar de opinión aunque no me vea poseedor de la razón.

Hace tiempo que vago sin rumbo dejando que la rutina me sorprenda, apostando al cinco cada oportunidad de fracaso que se me ponga por delante, dejando de fingir que ahora es siempre todavía. Y es que el espejo no engaña. Cumpliendo las bodas de plata y dejando para mañana lo que hoy parece tarde para abordar.
Me voy dejando en el retrete las vidas que un día soñé y sigo despojando margaritas pensando que hoy quizá no perderé.

Los impulsos me pierden, las sorpresas me agobian, las despedidas hace tiempo que las dejé para las películas de miedo, los besos siguen estando sobrevalorados, las bocas ya dejan de pedir demasiado. No exige el que más pide sino el que menos reclama. Los grises y los golpes en la mesa, son esa estúpida condena que nos enseña cuál debe ser las puerta de emergencia.
A veces me excedo. No sin falto de razón, voy dejando un desazón considerable y me entretengo, distraigo al corazón con sueños de princesa, historias de esas del "no soy yo, eres tú".

Simplifico vaivenes con ausencias, con silencios atronadores frente a la puerta. Dejo constancia de otro fracaso y voy echando de menos mi playa. Naufrago vocales, entono constantes vitales que van adormeciendo esta especie en extinción.
Y ahora, ya no espero esperar, me acostumbro a olvidar a ser yo y no cualquiera, para bien o para mal. No he necesitado aceptación. Me voy complicando la vida alimentando el ego de una eternidad dormida, estropeando postales de New York, paseando por hospitales donde se nos va la vida. 

Quiero hacerme viejo. Esperar sentado, disfrutar viviendo. Bajo el mar me voy hundiendo; como un sueño tornado pesadilla, cuento entre mil comillas los esquicios y retales de mi existencia. Puede que en ocasiones me esté yendo y sin darte cuenta el portazo haya roto en mil pedazos cada escombro de mi pasado. Pero es que, vaya por Dios, no nací enseñado y hubo tres o cuatro clases de las cuales decidí olvidar la lección.