29 dic 2016

Párrafos desordenados

Hace un par de meses que no escribo sentado frente al ordenador, centrado únicamente en lo que estoy haciendo. Solo un taladro de unas obras en la calle me perturba y molesta en estos momentos; eso, y que tengo los pies fríos.
Siempre hacia arriba y hacia abajo, parando en ocasiones a respirar y escribiendo algunos párrafos casi como un furtivo.
Y casi por goteo el año agoniza con alguna victoria y con unos cuantos más fracasos que no caben en estas líneas. Porque siempre se dice que el año que viene será mejor, considero que en mi caso, no cabe ninguna duda.
Tenía como mantra aquella frase de "crecer es aprender a despedirse", quizás haya podido comprobar que es verdad, quizás y solo quizás haya aprendido cuánto duele crecer, o lo que es lo mismo, despedirse.
Y es que aunque la fachada se pinte de rutina, llega un momento en que el tiempo se para y te das cuenta de que el sol no brillaba tanto como esperabas, que era el reloj el que camuflaba tus fracasos y que eras tú el culpable de despistar la herida que todavía subyace. 
Termino el año cabreado, decepcionado con uno mismo. Por darle importancia a quien no te la ha dado y por dejar de lado aquellos que nunca han pedido nada a cambio y siempre han estado.
Siempre me he considerado un proyecto de un proyecto, algo que está por hacer, que intenta ser y no es. Que de fracasos ya me he llevado unos cuantos y que no me vacío una vez más con lo más mínimo.
La vida no espera y yo sigo dando tumbos intentando encontrar sentido y razón a todo esto. Sí, es verdad, puede que me complique en exceso, que sea de extremos en muchos casos... Pero qué le voy a hacer si nadie me enseñó cómo vivir.
Porque quiero disfrutar de los putos lunes, escuchar cada detalle de una canción, cerrar los ojos y volar lejos de esta habitación. Es verdad, no sé quien soy. Pero sé muy bien el que no soy, eso sí que lo he tenido claro. Y será la edad, el mal carácter, o qué sé yo, pero las tonterías cada vez me aburren más. Si has marchado, cierra bien la puerta que no voy a molestar más, pero deja de joder a este pobre idiota. 
Sé muy bien donde no llegaré, hace tiempo que dejé de soñar. Piso fuerte realidad y suelo, maltrecho miedo que desata estos zapatos. Y sin más, me dejo llevar; me cautivo con lo que aprendo, me deshojo con lo que pierdo, lo que sale de mis bolsillos rotos, buscando abrazos en otros labios.
Pero se me van las ganas, las fuerzas por la boca y la entrañas, buscando ese carente sentido en la nada que nos enseña la vida. Pasajeros al tren, gritaba. Y ese tren se marchaba, lejos, como el náufrago que nada le falta. Soledad divino tesoro, arrogancia qué has venido a buscar; esconde bajo llave los recovecos de esta cama que ya no son de nadie.
Y apareces, me dices que dónde vas con esa cara, si solo haces que divertirte. Amaga, renuncia, escupe al firmamento como ese aprendiz de brujo, dibuja cada instante, comparte cada gesto, cada inocua despedida, cada antojo...
Me perdí, y de verdad que no tengo ningunas ganas de encontrarme. Quien quiera, ya sabe, que me llame. Me he cansado de encontrarme con la puerta en las narices, con la duda en forma de interrogante. Que no hay nada mejor que no necesitar, que no hay complejo peor que el de no sentirte vivo y de que esto significa algo más, que no hay abismo.
Se regodean los ángeles que me cuidan desde arriba, siento sus fuerzas cada día. No te has ido, sigues conmigo todavía. Me cuesta enfrentarme, me apena recordarte. La suela de mi zapato está gastada de enrolarme en círculos concéntricos, de ilusionarme para que luego te marches, de vivir por otros que no pudieron. Si ya salieron corriendo y les llamaron locos, ¿por qué yo no puedo hacerlo?. Si otros que no eran locos, se quedaron con las ganas, yo no seré.

Celebren el año entrante como el de desenvolver interrogantes. Vivan cada instante, como si nada importara, como si eso de despertar mañana fuera un sueño el el Mundo de las Maravillas. Feliz vida, para todos.


2 oct 2016

Puerta cerrada

Con la serenidad que te dan los domingos, lejos quedan carreteras, rastrojos de caminos secundarios frente al televisor.
Resuenan todavía los ecos de septiembre y la vida que sigue sin perdonar, los centímetros de un cuerpo que queda por conquistar. La resaca dominical dejó hueco a las tostadas con café bajo el sol. El fresco acontece, se lleva cualquier resquicio estival, los frentes que todavía no ha podido derrumbar.
Ya cuelga sobre mi cuello la corbata, ya llevo en la espalda una mochila roja con cien mil motivos e ilusiones. Me pierdo en mares serenos, hay marejada y tormenta en los atardeceres rotos. 
Y no sé si seré demasiado tonto, si quiero lo que duele, si añoro lo que tuve. La cuestión radica en la permanente disconformidad del presente vivido. No quiero más vino, mi copa está llena; no quiero si lastimo, que te acerques demasiado, lenta...
Serán las flores del jardín de la indecisión, los pétalos que arrojé sabiéndome ganador, las flechas que me clavé, sí, en el corazón.
No es esta realidad la nuestra, como tampoco lo son los meses compartidos, se ahogan lentamente los días entre los besos que perdimos mientras que no debimos. Ahora, sofoquen este fuego del que solo quedan ascuas, viejas historias que algún día recordaré.
Mientras tanto, disculpen la tristeza. Disculpen que cierre la puerta y aquí no deje pasar.

8 sept 2016

La vuelta al cole

Ahora que es tiempo de mochilas y plumieres, que toca hacerse una vida nueva como si de un castillo de naipes se tratara, guardo en mi macuto los lastres de mis fracasos, las horquillas que separan lo bueno de lo malo.
Vuelven los madrugones, las camas vacías. Dejamos atrás los besos a escondidas, las entradas a hurtadillas, el mal de amores que ya no se sirve sin espina.
Seguiremos subrayando entrelíneas, descifrando un qué, intentando entender el porqué. Nos sentaremos tras un pupitre viendo pasar fugazmente la vida, dejando en almíbar esos momentos tan dulces que ya no suenan a despedida.
Pero miraremos siempre hacia atrás, veremos los que se fueron, los que están como ausentes y los que parecen que con nocturnidad piensan abandonar.
Este curso prometo aprobar, dejar por fin las decepciones, esmerarme por no destacar, brillar a escondidas que es cuando más luz uno puede dar. Porque llega un momento que dejarse ver demasiado le hace perder la magia.
Y cuando las cosas no vayan como a uno le gustaría, cambiaré de color, como el que cambia de camisa, como el que baja en ascensor. Pintaré en blanco y negro las casualidades del futuro, ahogaré en un vaso de cristal todo cuanto estremezca mis sentidos, y seguiré siendo aquél del que te cuelgues cada vez que busques eso que has perdido.
Si el reloj marca las cinco y mi madre me espere con el bocadillo, o mi abuelo ha decidido que esa tarde me llevará al cine, será cuando entonces, solo entonces, merezca la pena haber venido, dejando una vez más que septiembre nos venga recordar la extraña sensación de que parezca que estamos vivos.


31 ago 2016

Os quería contar

Hace años que busco equivocarme conscientemente, que ya no me emocionan las historias de amor, que soy menos del del sí y del no, frecuentando mucho el "ya veremos".
Me impaciento cuando algo me trunca el alma, me enfurezco cuando las cosas no son como yo pienso que tienen que ser; ¿y qué?. Si es verdad que cada vez transijo menos, que apuro más las uñas de los dedos, que nadie me hace cambiar de opinión aunque no me vea poseedor de la razón.

Hace tiempo que vago sin rumbo dejando que la rutina me sorprenda, apostando al cinco cada oportunidad de fracaso que se me ponga por delante, dejando de fingir que ahora es siempre todavía. Y es que el espejo no engaña. Cumpliendo las bodas de plata y dejando para mañana lo que hoy parece tarde para abordar.
Me voy dejando en el retrete las vidas que un día soñé y sigo despojando margaritas pensando que hoy quizá no perderé.

Los impulsos me pierden, las sorpresas me agobian, las despedidas hace tiempo que las dejé para las películas de miedo, los besos siguen estando sobrevalorados, las bocas ya dejan de pedir demasiado. No exige el que más pide sino el que menos reclama. Los grises y los golpes en la mesa, son esa estúpida condena que nos enseña cuál debe ser las puerta de emergencia.
A veces me excedo. No sin falto de razón, voy dejando un desazón considerable y me entretengo, distraigo al corazón con sueños de princesa, historias de esas del "no soy yo, eres tú".

Simplifico vaivenes con ausencias, con silencios atronadores frente a la puerta. Dejo constancia de otro fracaso y voy echando de menos mi playa. Naufrago vocales, entono constantes vitales que van adormeciendo esta especie en extinción.
Y ahora, ya no espero esperar, me acostumbro a olvidar a ser yo y no cualquiera, para bien o para mal. No he necesitado aceptación. Me voy complicando la vida alimentando el ego de una eternidad dormida, estropeando postales de New York, paseando por hospitales donde se nos va la vida. 

Quiero hacerme viejo. Esperar sentado, disfrutar viviendo. Bajo el mar me voy hundiendo; como un sueño tornado pesadilla, cuento entre mil comillas los esquicios y retales de mi existencia. Puede que en ocasiones me esté yendo y sin darte cuenta el portazo haya roto en mil pedazos cada escombro de mi pasado. Pero es que, vaya por Dios, no nací enseñado y hubo tres o cuatro clases de las cuales decidí olvidar la lección.

27 ago 2016

Agosto

Ahora que los segundos parecen minutos, que la vida pasa en ascensores de cristal, que todo cuanto se da se quita sin preguntar. Son los lunes metas, dulces condenas que aprenden a olvidar caídas, torpes despedidas.
Y es que me desajusta el alma la nimiedad de lo etéreo y los cuerpos conectados a sus cerebros. Como máquinas perfectamente engrasadas, mágicamente perfectas que al tocar una tecla todo se va a la mierda.

No es que ahora ya no me emocione, de eso voy dopado; serán los flujos de esté cuerpo maltratado que no dejan ver el horizonte. Bajo la mirada, el suelo parece más interesante de lo que dicen; el cielo oculta un universo en el que parece que estemos atrapados, en el que la luz no es más que tiempo y distancia, lo que arde de un cohete que navega con destino la nada.

Teníamos un trato, querernos solo un rato, de martes a viernes y uno de cada dos fines de semana. Pero hoy me toca solo en cama. Perras tardes de agosto que dan vueltas a mi cabeza al compás de este ventilador. Para qué mentirnos y decirnos que todos los días son domingo, que nacimos para olvidarnos, que cerraré esta puerta por si un monstruo se cuela debajo de mi cama.
Se me parten la venas, se me rompe la mirada, explotan los sentidos, nada es yo, ni siquiera desatino.

14 jul 2016

Disculpen

Disculpen mi torpeza, mi falta de atino, mis sombras sin luces, las raras mañanas de hastío.
Disculpen mi duda, mi frenesí, mis versos compartidos, mi guerra y tu paz.
Disculpen mis sueños, mis idas sin venidas, mis travesías por desierto, mi tú sin mi sed.
Disculpen la rutina, mis risas con sordina, mis rotos, mis descosidos, mis cimientos.

Disculpen mis vueltas, mis caídas, mis tristes pero truncados pliegues en el pecho.
Disculpen mi tristeza, mis "hace tiempo que veo", mis "quizás más tarde o luego".
Disculpen mis regodeos, mis comas, mis puntos final de los finales sin puntos suspensivos.
Disculpen mis despistes, mis dulces pero amargos, mi camino en círculos doblados.

Disculpen mis disculpas, mis tardanzas con ausencia, mis ganas de verte, otra vez.
Disculpen mi piel, mi bello que alerta de la tuya, mi caricia que funde la tapiceria.
Disculpen la vida, mis malas caras, mis tics, mis manías.
Disculpen que esta noche, ya venía yo torcida.

8 jul 2016

Guerra

Nos sentamos frente a frente, labio a labio, rompemos el silencio con miradas de esas que atormentan, que ensordecen a la par que enloquecen.
Le faltan pulsaciones a este corazón roto, hastiado; ni sombra de lo que pudo ser y no quiso. Que parece que no se quiera complicar el calendario, sembrar de excusas a este diario y engañarlo, decirle que otra noche más no soportaría que fueses otra piedra fría.
Y me voy inundando, e incluso en ocasiones ahogando, en ese mar con telarañas infinitas que me mira como pidiéndome algo que por el momento no sé de qué se trata.
Que ya no escribo cartas por miedo a que puedas leerlas y me despido sin mirar hacia atrás por poderte volver a encontrar. Y no somos nadie y la vida arrastra cada segundo de nuestra existencia, que nunca sabremos dónde mañana estaremos, pese a que por desgracia no podamos olvidar de dónde venimos.

Y me voy perdiendo. Solo quiero dejar la mente en blanco y que la eternidad me regale esa serenidad que ausenta en mis días. Llamémoslo por su nombre, dejémonos de aforismos, de falsos romances celestinos, de cuentos de niños que todavía están por contar.
Mientras tanto, tanto pasa. Intento no callar, sonreír y fingir; parece que no va mal.
Es esa vieja camiseta que me recuerda tanto, esos viejos retratos que ya no me cuentan tanto. Chisteras que están por quitar, ojos que es mejor cerrar. Virgen que hace click en los tercos retales del placer, amaneceres que por los poros derrochan restos de alcohol que por la noche otra vez me sobró.

Y si me preguntas diré que no. Que la paz se hace con los enemigos y no con los amigos. Que la guerra acaba de comenzar y de momento, solo de momento, en la trinchera es donde esta noche yo me quedo.

11 jun 2016

Piedras

Puedo seguir engañando, fingiendo que eso de tropezar siempre se me ha dado bastante bien. Puedo incluso, seguir insistiendo, dejarme llevar, que ya sabes que suena demasiado bien.
Diré que no lo necesito, que no moveré un solo dedo para amueblar las tardes de domingo, que seguiré mojando con los hielos de una copa por miedo al desencuentro.

Robaré cada centímetro de tu tiempo, haré que parezca eterno y finito en ese mismo momento. Desde tu ombligo a mi boca, dulce almíbar que ensangrenta el alféizar que da entrada a un corazón quebrado, a un destino incierto.
Deberás quererla y odiarla al mismo tiempo, tendría que respetar tus mollejas, tus tics, tus manías, tu falta de voluntad. Deberás, si es posible, mentirle cada día, decirte que son cosas de niñas, que contigo nunca nadie más podría. 

Desempolvando sueños desperté, decidí creer que no hay más felicidad que el momento, que el tiempo es muy mal consejero, que las prisas nunca fueron buenas, ni siquiera para hacer dinero. Me imagino mañana, en la soledad de una casa, escuchando el eco mis pulmones, terminando de romper fotografías que hace tiempo se hicieron jirones. 
Alérgico en tiempos modernos a querernos, a perder por ganar lo que nunca tuve, a romperme y llorar, a dejar por una vez que esta canción me haga recordar.

Vengámonos arriba, digamos que es la mejor pérdida de tiempo que nunca haremos en la vida. Fijamos que las hojas del calendario nos han puesto otra piedra en el camino



8 may 2016

¿Y si nos dejamos?

¿Y si nos dejamos? ¿Y si nos perdemos entre las cajas de mudanza? ¿Y si dejamos la cama sin hacer otro día más?
¿Qué te parece si escondemos bajo llave cualquier atisbo de recuerdo? Que ya no quiero que me duela, que no soporto más despedidas en mi vida.
Que los días impares te sigo echando de menos y los pares te necesito.

A veces me pregunto lo que no hubiéramos dejado de ser. Y es que solo en ocasiones camino sin rumbo, pruebo suerte y sueño con tropezarme contigo de repente. Serán estos viejos zapatos rasgados de andar en círculos o esta chaqueta que me regalaste y que tan frío me sigue dejando.

Pero... ¿y si nos dejamos? Como el que deja un día de tomar café en el mismo sitio. Así, sin ninguna razón; así, con dos mil y un motivos para volver y una para sola razón para no hacerlo.
Que me arden las palabras en la boca, que se me enfría el alma con la edad; que me he hecho mayor para darle trabajo al corazón.
Que mis prioridades nunca fueron las nuestras, que confundí el amor con el cariño; que ya no bebo tanto ni me emborracho demasiado, como ayer.
Y sí, sigo esperando en el mismo lugar donde alguien disfrazado de otro que no era yo te besó, te enamoró y después se marchó. Ya no está. Se fue. No lo reconozco tras este cristal, no lo encuentro siquiera entre las nubes de otro pelo.

No hay dinero que compre el tiempo. Solo hay espacio, ni tan solo luz ya entre nuestros cuerpos. Ese amargo trago, ese letargo del que no logro despertar. 
Indoloro por rutina, placebo de vida, estúpida sonrisa que me espina y me aniquila. Es esa mentira mil veces repetida que se me ha convertido en realidad.

Hace ya tiempo que nos dejamos. Y hoy, parece que te has ido. Volvamos a dejarnos como si fuera ayer, como si nunca lo hubiéramos hecho.


11 abr 2016

Vida compartida

Manchan las heridas de un corazón ajado, la sombra del enano que quiso ser gigante. Se desvanecen entre cemento y alcantarillas las luces verdes y amarillas que iluminan los besos al pasar.

Nos quisimos tanto que solo los despojos me recuerdan tanto. Es solo un rato cada día en el te cambiaría por cualquiera que se pareciera a ti. Me dejo llevar por la primera niña pija a la que arranque una sonrisa; me tropiezo, me caigo y vuelvo a tropezar.
Piel con piel, hija de un volcán en celo, abre las puertas de tu camisa, hazme ver que las prisas nunca fueron buenas compañeras.
Es el paso del tiempo, las canas que todavía no peino, las risas que van marcando mis arrugas, las penas que son menos penas diluidas a tus piernas.
El humo de un cigarro, la vida que se me escapa por las venas, se ventila cuando mojas las penas con el café.


Mil y una vueltas, rompen poco a poco cadenas. Despedida tras despedida hacen ya un poco mella. Precipicios con abismos; ya no hacemos más alunizajes con destino el colchón. Nos dejamos, como ese ciego que mira sin ver, como ese ignorante que sabe demasiado como para poder demostrarlo. 
Ciento y una vueltas te da esto que llaman vida, tantos como caminos en los que perderse, tantos como aciertos y errores por cometer y cometí.
Es como una partida de naipes que a mi antojo destrocé. Más de tres palabras que suenan a despedida, más de cien estrábicos besos que nos regalamos en la vida compartida.


3 abr 2016

Espera

Fraccionamos nuestro tiempo, nos dejamos llevar por cualquiera que se parezca a ti, escuchamos los secretos que el viento nos quiere contar, nos dormimos a la luz de una sombra en la orilla de aquella playa.
Nadie entiende, todo el mundo opina. Lejos quedan los besos de propina, las miradas que atraviesan corazones, los marchitos pero bellos jirones que en el alma guardo cual trofeo de vida.
Es un segundo, una despedida que al girar la esquina sigues preguntando el porqué. Nos vemos inservibles, carentes de razones; los abrazos ya no traspasan este cuerpo ajado de tanto soñar, trinchado de desesperar los lunes al volver a madrugar. La zarpa que va arrasando lo que no seré; un futuro imperfecto, solo un reflejo de lo que quise, solo un fracaso de lo que soy.
Pero me voy acostumbrando. Ya no soplo velas, ya no me dejo engatusar por cualquiera. Duermo poco y me conozco cada una de la motas existentes del techo de mi habitación. Además, intento que los sueños siempre me pillen despierto, no vaya a ser que no se cumplan.

Entre tanto, espero y espero. Como el que espera sin esperar. Como el que no desespera pese a que esté esperando. El viejo que sube a un autobús por echar el tiempo, por verlo pasar un poco más rápido a través del ventanal, la típica duda de saber dónde irás.
Son torpes nuestros días, como frías las despedidas, que te hacen sentirte un poco más viejo, que te hacen ver esto como el clásico cuento que ya sabes cómo vas a terminar.
Y miedo, bastante miedo. Miedo del final. Miedo de caminar en círculos y decirle a uno mismo que has sido capaz de avanzar. Miedo de llegar a casa y que nadie me devuelva el saludo, que una vieja canción triste atormente el silencio de esa morada. Miedo a estar y no ser; no hay cosa más dura que perder esa identidad, ese sello que nos identifica, ese factor que nos dice que somos nosotros y no otro.

Me crecen las venas como vellos, se me encogen los complejos, me dejo entero el corazón por si acaso se te ocurre regresar. No me quedan palabras, quizás coja esa puerta y no me vuelvas a ver más.

7 mar 2016

Viraje

Nunca me he considerado ejemplo de nada. Si de algo lo puedo ser, como mucho, es de como no hacer las cosas. Hay días como hoy, donde parece que la lluvia dota a la rutina de un cierto aroma a melancolía, algo te hace click y comienzas a hacer un pequeño balance de las cosas, de las razones y personas que te han llevado a este momento vital.
Quizás sea solo un alarde de parecer menos normal, quizás sean las gotas mojando la ventana mientras dentro disfruto de un buen café y una mejor película.

Cuando te dedicas a ser un charlatán empedernido y las palabras que salen por tu boca parecen verdades como puños y no mentiras mil veces repetidas que uno intenta hacerse creer, es entonces cuando se hace notar la incoherencia de mis pasos con mis palabros. Te pasas como dice la canción "media vida buscando la melodía", mientras el disco sigue sonando. Errático te encuentras con un cuarto de siglo sin haberte encontrado, dando pasos de gigante a lo funambulista e intentando ser ese molino para confundir con cualquier truco de magia que te deje con la boca abierta.

Son muchos los que han entrado a vivir en el piso de mi vida, pocos los que se quedan y saludan cuando ven que hay luz. Pero mucho menos son los que me cuidan cuando la oscuridad se adueña de mi alma y solo un abrazo y manta sanan este cuerpo.
Y es que parece que los años no pasan en balde, que los días no curan heridas y que los fracasos se marcan tatuados en la piel a fuego lento, muy lento. Que siempre se me dio bien eso de caminar en círculos, buscándome esos complejos que en forma de rabo de lagartija, cuando los cortas, te vuelven a crecer.

Pero hablemos de futuro. Y hagámoslo como si habláramos de arte moderno, que parezca que lo entendemos. Pongamos que no sé qué, no sé cuántos... Y tal y tal... Y mientras tanto...
Hablemos como si eso de tener los pies en el suelo no fuera con nosotros, como si un estímulo de movimiento placentero hiciera trasladar nuestro saco de huesos con alma allá donde levitar se convierte en rutina. Consigamos si caemos, salir de este agujero en el que decido atraparme cada día huyendo de cualquier palabra que se asemeje a destino. Participemos juntos de este alunizaje, estrellemos nuestros sueños contra esa pared, pintemos un cuadro caricaturizando todo lo que quisimos ser y no fuimos, y retratemos todo aquello que nos encontramos por el camino y que nos hizo virar nuestro destino.

29 feb 2016

Quería decirte

Quería decirte,
que sigo durmiendo poco y bebiendo dos más de las que tocan,
que las cuentas del tiempo no me salen,
que no necesito el amor sin espinas.

Quería decirte,
que me sigo engañando con horario laboral,
que me decepciono si en días como hoy me toca madrugar,
que nadie se detiene por la calle cuando voy a cruzar.

Quería decirte,
que mi preocupación por la nada sigue siendo lo más importante,
que mi equipo este año bajará a segunda,
que no encuentro ni el cómo ni el cuándo para mojar mi almohada.

Quería decirte,
que este tonto que escribe lo es cada día más,
que un día prometí vivir la vida de él,
que está pero ya se fue.

Quería decirte,
que me inspiro cada día en sandeces,
que mi sombra me estorba,
que tengo la mirada perdida en vidas que no son la mía.

Quería decirte,
que los lunes se me atragantan,
que me sigo levantando cada mañana buscando una razón,
que espero demasiado y añoro otro tanto.

Quería decirte,
que he fallado una y otra vez sabiendo que lo hacía,
que siempre he sido torpe para las despedidas,
que he perdido tanto y ahora no tengo demasiado.

Quería decirte,
que nunca supe arrepentirme,
que los abrazos ya no traspasan este cuerpo,
que ahora ya nunca es para siempre.

Quería y quiero decirte...

15 feb 2016

Lunes, otra vez

El lunes es como ese día odiado, el que nunca nadie quiere que llegue y el que al final lo hace como elefante por cacharrería, azotando una tarde de domingo y manta, como el que agita un panal de abejas y desea con todas sus fuerzas que le claven todos los aguijones del mundo con tal de que al siguiente día vuelva a ser sábado otra vez.
Y es que a nadie le gustan los lunes. Son como tristes, faltos de color y de gracia. Es como el amigo gracioso que te gasta una broma justo en el momento más inoportuno o esa copa de más que ya sabías antes de pedirla que sí, que estaba de más.

Si la semana fuera como una cuesta que conquistar, la imagen sería la de alguien pequeñito que tiene que conquistar la cima del fin de semana y contempla desde el punto más bajo la inmensidad que le queda por recorrer. Porque seamos sinceros, superar un lunes es casi como la corrupción; sabes que hoy hay un caso, pero que en siete días como mucho, te vas a encontrar otro.
Claro, para los que pueden disfrutar de los fines de semana, eso de poder parar de tu rutina para hacer lo que te plazca e incluso nada, la verdad es que ayuda un poco a despejar la cabeza. Aunque como en toda carrera, si paras, luego cuesta volver a coger carrerilla.

El primer día de la semana es como cobarde. Llega sin avisar y como pidiendo guerra. Es esa ventana indiscreta que deja ver todas tus carencias, ése que muestra tus ojeras en toda tu esplendor como queriendo dejar bien claro al mundo que tu cuerpo no está de acuerdo con esta tortura a la que lo estás sometiendo.
Es ese coitus interruptus que en forma de alud cae sobre tu persona de la manera más inoportuna. Para que me entiendas de una forma clara: un lunes es como el final de la serie de "Los Soprano"; creo que si la has visto, ahora sí, lo entenderás perfectamente.
Y si seguimos con analogías seriéfilas, podemos decir que al acabar el día, uno se siente como en el final de "Perdidos": preguntándote cómo has podido llegar aquí después de seis temporadas y que luego no sea para tanto.

Algunos podéis decir que tampoco es cuestión hacer un drama de un simple lunes. Es verdad. Si lo piensas, mañana ya es martes. Y... ¿qué hay peor que un martes? Efectivamente: un lunes.
Los martes llegan ya por inercia, sin darte cuenta. De repente, te encuentras frente a tu plato de alimento nocturno -también conocido como cena- maldiciendo tu suerte, y ya es martes prácticamente.
Luego, el miércoles es como ese día chulo, el respondón, el que te mira fijamente a los ojos como pidiendo más. Es el día en que piensas que si has llegado hasta aquí, el resto es pan comido. 
Después llega el jueves, tarde, pero llega. Empieza muy en lo alto, pero termina como acongojado y arrepentido por haber comenzado tan fuerte y suele jurarte que nunca lo volverá a hacer. Hay tantas personas que son como el jueves...
Y... vaya. Haces "¡chas!" y aparece el viernes a tu lado. Perezoso, sin ganas e incluso aburrido. Eso sí, siempre viene con la promesa de que lo que viene después de él será mejor que sí mismo.
Con rabia nos plantamos en el sábado, tan deseado como añorado. Esperarás mucho de él, pero al final será un viernes más y te acabará defraudando.
Como ese bigotillo tonto que te sale cuando te estás haciendo mayor comienza el domingo. Es el premio de consolación de la semana, el día que aparece casi sin querer aparecer pero que sin embargo, hace posible afrontar el lunes con solo un poquito más de optimismo. Son como la casualidad que estabas esperando, la chica "simpática" que te da calor, peli y manta. Quizás no sea la más guapa, pero joder, cómo alimenta el alma...
Sí, todavía queda mucho para que llegue un domingo a nuestras vidas.

A todo esto, ¿no estaba hablando de que hoy era lunes? Pues eso.

14 feb 2016

San Valentimo

Muchos se deshacen en halagos hacia sus parejas en un día tan señalado en el calendario. "Cariño, te quiero tanto que vamos a tener toda la personalidad del mundo y vamos a celebrar como todo hijo del dios consumismo que hoy nos queremos mucho". Y así nació San Valentín.
Como si no existieran en este año bisiesto otros 365 días para mostrar en los pequeños gestos, que para ti esa persona significa algo más que un ser vivo que se alimenta, se relaciona e incluso se reproduce. Pero no, en un arrebato de amor prefabricado, tengo que comprarte una cajita de bombones, unas flores y pagar una cena en un sitio caro y cuqui para luego acabar muertos de hambre tomándonos un MacFurry de postre, cual fantástico y cotidiano día normal.

Porque creo que ya está bien que nos digan cuando tenemos que mostrar nuestro amor y gastarnos un poquito la pasta. Vale, puede que ahora estés pensando que soy el clásico tío que va en plan de malote construyendo su vida en contra de los estereotipos que esta sociedad nos impone. Pues si eso quiere decir que tengo que compartir en las redes mi fantástico vídeo de mis "amistades" y tengo que salir por narices y como si no hubiera mañana la última noche del año, pues... ¡Sí! Un poco malote sí que soy.

Muchas parejas salieron ayer de su fantástica monotonía para ir a algún sitio romántico a cenar, no sin antes teclear en Google "sitios románticos para cenar" -yo lo he hecho; sí, soy culpable, llévenme-, y compartir con esa persona tan importante un delicioso y escaso majar al calor de unas velitas. Son esas parejas las mismas que cuando vas caminando por la calle están cada uno con su teléfono móvil sin hacerse ni puto caso. Esas que se ven sin mirarse, esas que se miran y no se reconocen, pero que sienten que por lo menos una noche "han hecho lo correcto".

Y es que ya no se trata de San Valentín sí o San Valentín no. Estamos hablando del amor de plástico, de la falta de complicidad con la persona que tienes delante, del complemento incompleto que puede que caliente tu cama pero no tu alma. No seré yo quien de lecciones y menos de esto, pero yo qué sé, un poco de personalidad, solo un poco, a la hora de hacer las cosas.
¿Porque saben qué...? Las mejores cenas románticas que he tenido en mi vida han sido un martes o miércoles, en el sitio más sencillo de la ciudad -con las mejores bravas, eso sí-. Porque al final lo que se estaba celebrando en esos momentos es que después de un largo día habíamos sacado un hueco para estar juntos y contarnos la vida. 
Y de verdad, eso es para un servidor lo extraordinario en lo ordinario; no que me digan cuando y cuanto tengo que gastarme para estar con la persona que quiero.
Cada uno y cada una que haga lo que quiera. Yo puedo comprender que puede ser muy bonito y súper romántico. Pero es que el amor no se fabrica. Y todo lo que no es de verdad, estaremos de acuerdo, podemos utilizar la calificación de timo.

1 feb 2016

Otra historia que no voy a contar

Se va escapando, deshaciéndose entre los dedos,
la palma de una mano que encuentra su homóloga,
un triste beso en la mejilla
calentando por un instante este frío cuerpo.

Cuestión de carne, frívolo, quizás incluso tierno.
Los dados que ya nunca sacan dos,
la suerte de desaparecer;
todo un arte eso de saberse esconder.

No llaman a esta puerta los ángeles del cielo,
se cuelan entre las piernas algo parecido al infierno,
la fe del pecado,
jurarle a un dios que mañana lo volveré a hacer.

Lejos están los buenos amigos,
hermanos de vida que este escenario vacío han dejado.
Rumbos que en el propio camino se encuentran,
intersecciones de nuestra existencia.

Los lunes ya no son al sol.
Ahora desordeno mis ganas,
me apego a mi cajita de recuerdos,
donde guardo las pequeñas cositas que valen la pena.
Ahí también escondo algunas dudas,
mis filias y cómo no mis fobias.

Me envuelvo con el traje nuevo del emperador,
me engaño otra mañana,
espero acurrucado en la cama,
y sueño esta vez que no me atormente el despertador.

Disuelvo las ganas en otro café,
me lavo la cara,
me arranco de cuajo con agua
las ganas de salir otra vez por esa puerta.

Otra historia que no voy a contar.
Ya es demasiado pronto para pensar en el martes.
Un espacio en blanco,
un espejo que cuenta demasiado,
estas líneas que esconden tanto.


25 ene 2016

No me encuentro

Un laberinto, una curva que no termina, una pesadilla que añora ser sueño, un papel sucio y arrugado, un vestigio de algo que todavía encuentro.
Es como un caminar en círculos, la pescadilla que no tiene cola, aquel que muerde el aire buscando esconder otro suspiro que llevarse a la boca. Nadie nunca excepto yo; todos incluso salvo yo. El eterno mí me conmigo pero sin mí. El falsete que suena a perdición, ese eterno farandulero que cada mañana se mira al espejo y que nunca aprendió a decir "no".
Uso caparazón, intento esconder el eco del latir de este inestable y desastrado corazón. Corte y confección para decorar estos días que vuelan como esas dichosas golondrinas. Parece que se me olvidó aquello que llaman respirar, que a ello me cuerpo se acostumbró, que a pisar con los dos pies en el suelo mi alma me obligó.
Quizá es la ventaja de la mala vida, puede incluso que nunca se me dieran bien eso que algunos se empeñan en llamar despedidas. Además de eso, nunca supe querer, se me ha dado mejor mucho el olvidó, ese torpe que camina con destino uno mismo. Se van deshaciendo los lazos, los malos gestos y torpes pero que sé que ya no te hacen daño. Porque fue mejor lo de alejarse, pero no sé llevar eso de que sea tanto.
Sin más, me guardo todo aquello que hace daño. Encuentro melancolía en los bolsillos, en cada muestra de cariño. Y...ya ves, parece que el horizonte pilla mucho más lejos de lo que se halla mi ombligo.
Y aunque me considere perdido, quiero pensar que estoy en el camino. Pero es que ciertamente, hoy no me encuentro ni en él ni en ningún sitio. Quizás esto se solucione con apagar la luz y esperar que mañana asome la otra media luna por Bagdad. Puede que incluso esto solo cambie pegando un buen portazo maleta en mano. En verdad, tampoco creo que pueda acabar por importar a nadie; un solo punto en este insufrible universo.

12 ene 2016

Se lo preguntaré

Se lo preguntaré. Juro que lo haré. Dejaré la vergüenza, los caprichos y los malos gestos de lado. Entregaré todo lo bueno, maldeciré todo lo malo. Será como polvo en el aire, la sal seca en los huesos; lo que queda después de un abrazo con sabor a despedida.
Se lo preguntaré. De verdad, que si todo va bien lo haré. Entre las idas y venidas, van llegando roto tras roto, ahogando mis pupilas, haciendo descosidos en mis oídos al compás de la pena que húmeda queda al pasar por la arena. Sobran los lazos, se rompen los billetes con destino al futuro.
Se lo preguntaré. Si la tristeza no secunda esta madrugada, lo haré. Mientras, la luna refleja una teñida soledad, de esas de traje y corbata, de esas de mírame en silencio y únicamente no hagas nada. Apago otro cigarrillo, será que esta canción me recuerda demasiado, será otra foto que se parece a un recuerdo en blanco y negro.
Se lo preguntaré. No está claro que vaya a pasar, puede que incluso no saque fuerzas para acercarme. Es volver sabiendo que nunca quisiste aprender la lección, oídos sordos a un corazón roto, pequeñas historias tras el alma, noches que desgarran hasta el último ápice de sensatez.
Se lo preguntaré. Aunque todos sabemos que no va a pasar. Será por falta de verdad, porque el carmín sigue manchando mi almohada al despertar por la mañana. Que este traje de perdedor me queda demasiado bien, sastre de sentimientos podridos, descosidos de la piel, teñidos y empañados de memoria a corto plazo.
Y antes de terminar estas líneas ya sabia yo el final. Sabía pese a jurar que nunca lo preguntaría.
El mar tendrá que esperar, me aliviará eso sí. Quizás otra noche a la intemperie, quizás otro sueño que se pierde, otro perro sin su dueño, otra ola que se lleva todo lo que yo venía a buscar.
Me dejo los días intentando enterrar en cualquier playa mi paciencia. Algún que otro sueño que la marea se lleva, incluso alguna caída tonta. Un hoyo, una sirena varada y pétrea de salitre. Siéntate y espera; este café se ha quedado frío y es descafeinado.
Recemos para que llegue el frío y atraviese bien los huesos buscando un poco de calor en las calles de esta ciudad, que tantas cosas supo contar.

8 ene 2016

No he podido evitarlo


Salgo ayer por la noche de trabajar, me enchufo mis cascos para que alguna canción triste acompañe la situación de melodrama y mientras camino hacia un lugar donde poder dormir y llevarme algo a la boca. Bien, en principio nada nuevo bajo el sol, o bajo la luna en este caso.

Desconecto mi modo avión y me encuentro con varias conversaciones donde me alertaban de algo que estaba sucediendo en este momento: el pequeño Nicolás estaba entrando en la casa de Gran Hermano VIP. Dicho suceso tampoco me pillaba de muy nuevas, ya que yo, una persona medianamente informada, había leído rumores de su posible incorporación.

Lo primero que me vino a la cabeza: esto es mierda de la buena.
Ahora se ve que al pequeño Nic, no le mola ya tanto lo de pequeño, pero es que mucho menos lo de Nicolás. Y como si de repente un Darth Sith se lo hubiera llevado al lado oscuro, desde este momento pide que el personal le llame Francisco o en su defecto "Fran", para los amigos. 
Guah. Esto pintaba demasiado bien.
Llego a casa y mientras estoy preparándome la cena e ingiriéndola, Telecinco estaba expandiendo su bomba de mierda televisiva en millones de casas, entre las que se encontraba la mía. Y es que el dato es muy jodido: casi uno de cada cuatro televisores vieron este nuevo y prometedor hit.

Nos aguardan tres meses de brillantes guiones aparentemente improvisados, donde gentuza de diferentes tipos de calaña, por un puñado bastante interesante de euros va a hacer el ridículo durante 24 horas delante de todo aquel voyeur que quiera. Bueno, con poner Telecinco en cualquier momento es suficiente.

Presentadores frustrados que quieren parecerse al Joker, hermanastros cuyos progenitores son de dudosa reputación, gente-sálvame para poder rellenar horas de tele, videntes casposos con coleta y túnicas en plan Gandalf... Y por último, tenemos al amigo íntimo de la hija adoptiva de una tonadillera que se encuentra en chirona, el cual, seguramente pienses como yo, tenga algún tipo de deficiencia o retraso y de este modo Mediaset pueda obtener algún tipo de subvención o algo. No lo sé.
Todo esto bajo el beneplácito de la ganadora de la anterior edición, de la cual no hemos enterado recientemente de unas supuestas estafas por parte de su representante durante los últimos años: Belén Esteban.
La estrella de Telecinco -esto ya denota tizne de televisión en este canal-, se dejó caer por el plató. Así a los espectadores de esta cadena, esos a los que continuamente nos hacen sentir como si nos faltasen unos días en el vientre de nuestras respectivas madres, ya nos queda claro que esta es la continuación de la mierda que dejamos el año pasado.

En fin, que sí, que lo vi. Que tengo datos que lo avalan, que no me arrepiento. Pero es que, de verdad, un hombre de mundo como yo, que ha conocido gente muy diversa, todavía se espanta viendo a un gordo inútil saltando en tutú y diciendo gilipolleces, a un mago y a un niño que decidió se espía para salvar el país. Todo esto en un mismo plano, en una misma pantalla y lo mejor de todo, sin cambiar de canal. Es que es como coger los personajes más trambólicos de las mejores películas y... ale! A disfrutar. 
Lo dicho, señoras y señores, disfruten, porque esto es un fiel reflejo de un país donde los ladrones están en lo más alto y los de abajo seguimos mirando el espectáculo con la cabeza hacia arriba, pensando que somos nosotros los que nos reímos, mientras que son ellos los que se están descojonando y llenando sus bolsillos de billetes.
Sí. Tenían razón: el mayor experimento sociológico que se ha hecho nunca. Una copia barata de lo que es nuestra sociedad.
Menos mal que todavía quedamos algunos que ven lo que somos, para saber lo que no queremos ser.