8 feb 2014

Cinco minutos

Sueños, las historias perfectas, las dudas infinitas entre las piernas, el receso de lo opuesto, el sentido de lo nuestro.
Cayendo como un huracán por las esquinas de esta ciudad, las calles se vuelven amargas, las aceras en línea recta hacia tus caderas.
Tiempos modernos para ser el más tierno de este cementerio de sombras funestas, de esposas que nos atan en noches como esta.
No me tengas en cuenta, solo soy el funambulista lisiado que me juego la vida sin la necesidad de pasar por el aro.

Que no estamos solos, que los fantasmas más arraigados controlan nuestros pasos, condicionan las miradas, miden nuestro tiempo.
Es la soledad del corredor de fondo, es saberse hundido en lo más hondo, encontrando en este foso las sábanas que me separen de este lodo.
No más dinamita, solo necesito esa sonrisa que me excita, ese caminar sin delicadeza, para ver pasar los días de niña a mujercita.
Derrocar al que controla el calendario, invitarle y emborracharnos y convencerle de que yo aquí me bajo.

Son las prisas, las malas noticias, los buenos suicidas, las noches que terminan cuando empieza el día.
Ya no quiero veranos en invierno, besos tiernos para escondernos, ni manos agarradas cuando yo me marchaba.
Jugarse la vida entera nuevamente en esa ruleta, ver pasar el caminar de las sombras, los zapatos rotos, las sábanas revueltas.
Son cinco minutos, ni uno más ni cinco menos, todo lo que necesito para volver a estar en mi sitio...

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