16 feb 2014

Oceano

Es como andar descalzo, donde la acera destroza tus talones y los reproches aumentan proporcionales al olvido. Nadie nos dijo palabras al oído, mentiras con sorna que nos descojonan la mirada. Son círculos cerrados que nos dan la vuelta, la vida perfecta, la mentira peor contada de la historia.
Nos quedan relojes de arena que van hacia atrás, la alarma de la desesperación, el coqueto que se mira en el espejo y se encuentra viejo, un desecho poco tierno.

Y no sabes qué es lo que quieres, lo que debes, lo que tienes. La cabeza es ironía en modo bucle; es un cuento convertido en saga. Son las ganas de hacer nada que se instalan en la rutina, la voluntad de detener el movimiento corpóreo, la voz desafinada que peca de hipocresía.
Míticos delirios, pesimismo con café solo y sin azúcar. Soledad acompañada de tostadas quemadas, de una falsa compañía, de la falta de chispa de niña.

Miente un poco, diles que va bien, que nadie importa más que yo. Cuéntale a mi nunca con susurros en los labios, verdades a medias, rutinas carentes de sentido, pasos que te retroceden en todo lo vivido.
Mar, llévame pronto; cuéntame viejas historias de amor, que entre las piedras se esconden parte de los resquicios de este corazón. ¿Dónde estás cuando necesitas palabras para llegar vivo a la orilla? Dame un oceano y te juro que me pierdo.

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