16 ene 2013

Dos minutos para soñar

Dejemos los asientos vacíos, los televisores apagados y con las manos en las orejas y los ojos fuertemente cerrados, transportémonos.

Sombras en la pared que me recuerdan que ahora no es el momento. Sorbos del coctel perfecto, de rincones secretos frente a un fuego apagado. Son delirios, la metástasis de las palabras que se trucan con solo salir de mi boca. Los precipicios que impiden tensar esta cuerda, el vaivén de nuestras espaldas una contra otra cayendo nuestros cuerpos al vacío.

Es cuestión de un segundo, de mirar el ombligo, de atronar las mentes con frases de Churchill, de mentir diciendo que mañana más, cuando no sabes qué mañana viene.
Sobre el hoy, nadie sabe: todos saben que saben, piensan que saben, desconocen el desconocimiento primero de la ofensa pecaminosa del presente.

Sufres delante del espejo, poco queda de lo que soñaste. Solo el capullo de la mariposa empieza a asomar la cabeza. Con ese flequillo de subnormal que te han obligado a dejar y que te hace sentirte un poco más seguro notando suavemente ese vientecillo de felicidad cuando sales a la calle.

Ya no quedan canciones que no hablen de sandeces y que digan que nos sobra el amor. Que los extremos siempre fueron buenos con tal de estar más cerca de tu lado. Que si la oscuridad viene a visitar tus días encuentres la luz que buscas en tu vida en esa sonrisa, en esas caderas infinitas. Y si la noche viene a visitarte y te recuerda que el día no fue aprovechado, todo sea un poco menos malo si estás a mi lado.

Y si el frío de estas mañanas hace que despiertes más rápidamente, que no te quite eso las ganas de soñar.