17 ago 2015

A veces pasa que

A veces pasa que la vida nos deja sin respiración, que una vieja canción te arroja unas lágrimas al salir del metro.
A veces pasa que sonríes sin saber la razón,que la tristeza queda empastrada en dolor aromatizada de melancolía.
A veces pasa que los abrazos traspasan los cuerpos, que no miras atrás por miedo a ver marchar otro tren.
A veces pasa que los besos ya no son de esos, que agosto se me borró del calendario y no hay noches dispuestas a ver amanecer.
A veces pasa que comprendes de qué va esto y de repente se te olvida respirar con los pies en suelo, que sí pero quizás luego.
A veces pasa que el tiempo te machaca, que no quedan mentiras que contar y solo historias que contar.
A veces pasa que duele, que no es aroma todo lo que huele y flor todo lo que luce.
A veces pasa que se tuercen los caminos, que te encuentras perdido con un niño y no hay esquinas que doblar.
A veces pasa que no duermes, que lo oscuro es mucho más sugerente y las noches no nos reprochan otra copa más.
A veces pasa que los ojos ya no miran y las bocas ya no gritan despavoridas mientras huyen, que los sentimientos entran por pupila.
A veces pasa que cuesta ser, que nadie entiende nada y cruzar la acera es lo más emocionante en tu rutina.
A veces pasa que deseas marcharte, que en un pestañeo todo ha cambiado, el niño ya es hombre y el abuelo quizás un poco niño.
A veces pasa que te cansas, que siempre se agotan los billetes con destino futuro y trozos de pan duro se acumulan en el sofá.
A veces sucede que los segundos no perdonan y arrasan la vida, que nunca nadie siempre y sin embargo.
A veces sucede que sucede, que sucede a veces...

3 ago 2015

Me escondo

Muchos dirán que exagero, que lo único que escribo son hipérboles de mi realidad, que la palabrería me puede y que cada frase que sale por mis dedos es más mentira que la que viene a continuación. Bueno, puede ser.

Pero hoy quería escribir sobre un lugar. Y no se trata un lugar cualquiera; qué va. Estoy hablando de ese sitio donde actualmente me cobijo. No me refiero solo a protegerme del calor, sino más bien de todo cuanto me rodea. Y es que en tan solo ha pasado un mes desde que estas cuatro paredes están soportando mi(s) sueño(s), y donde he podido construir un hogar junto a la soledad que me acompaña.
No miento cuando digo que me protege. Paso dos días fuera y al regresar tengo la sensación de alivio, de protección. Quizás porque lo que hay fuera me da miedo; quizás porque lo que está lejos me aterra. Seguramente estés pensando que mi cobardía en estos momentos está en un nivel importante. De acuerdo, ahora empezamos a entendernos.

Aquí no hay hora, hay tiempo, hay momentos. No hay relojes que cuestionen mi presente. Esto es el templo del silencio, si yo quiero. Nadie pronuncia mi nombre sin yo intervenir primero, yo no pronuncio el de nadie si no me acuerdo.
Las paredes en ocasiones dan miedo. Conozco cada punto, cada esquina. La oscuridad es amiga. Nadie llama a la puerta pidiendo sal, no hay horarios de comida y mucho menos de cena. 
La soledad no está reñida con la limpieza. Eso sí, menuda sorpresa me llevé cuando me levanté y los platos seguían sin fregar; de esto nadie me había avisado.

Huyo del presente para tener un futuro. Suena complejo, pero nada más allá de la realidad. 
Es difícil y fácil al mismo tiempo vivir los días sabiendo las otras vidas que están lejos. Vidas que se marchitan, que se van lentamente y que asumen su inmediata marcha. Otras que hace tiempo que decidieron irse para nunca más ser y otras que tristemente van por el mismo camino. Por otro lado, están esas otras vidas que callan por no clamar.

En este hogar temporal, los segundos pasan lo rápido que uno quiere. No existe los "esto no se hace" y mucho menos los "vas a llegar tarde". Nadie planifica.
No sé si este sería el refugio donde yo quisiera continuar el resto de mis días. Posiblemente no.
Sin embargo, conviene que de vez en cuando, al alzar la voz, nadie conteste. 
Y así, de este modo, las madrugadas aunarán los resquicios de los sueños maltrechos que envilecen estas dilatadas pupilas, alzando anhelos más allá de esta cama.

Ya no quedan princesas que esconder en esta alta torre.
Aglutino cada segundo formando una eternidad.
Trepo por cada esquina, me deslizo.
El aire es xenón impregnado de realidad.

Esta luz no amaga cicatrices.
El calendario es el puto diablo.
Recordando viejas canciones,
me sigo ahogando en este charco.