16 feb 2014

Oceano

Es como andar descalzo, donde la acera destroza tus talones y los reproches aumentan proporcionales al olvido. Nadie nos dijo palabras al oído, mentiras con sorna que nos descojonan la mirada. Son círculos cerrados que nos dan la vuelta, la vida perfecta, la mentira peor contada de la historia.
Nos quedan relojes de arena que van hacia atrás, la alarma de la desesperación, el coqueto que se mira en el espejo y se encuentra viejo, un desecho poco tierno.

Y no sabes qué es lo que quieres, lo que debes, lo que tienes. La cabeza es ironía en modo bucle; es un cuento convertido en saga. Son las ganas de hacer nada que se instalan en la rutina, la voluntad de detener el movimiento corpóreo, la voz desafinada que peca de hipocresía.
Míticos delirios, pesimismo con café solo y sin azúcar. Soledad acompañada de tostadas quemadas, de una falsa compañía, de la falta de chispa de niña.

Miente un poco, diles que va bien, que nadie importa más que yo. Cuéntale a mi nunca con susurros en los labios, verdades a medias, rutinas carentes de sentido, pasos que te retroceden en todo lo vivido.
Mar, llévame pronto; cuéntame viejas historias de amor, que entre las piedras se esconden parte de los resquicios de este corazón. ¿Dónde estás cuando necesitas palabras para llegar vivo a la orilla? Dame un oceano y te juro que me pierdo.

8 feb 2014

Cinco minutos

Sueños, las historias perfectas, las dudas infinitas entre las piernas, el receso de lo opuesto, el sentido de lo nuestro.
Cayendo como un huracán por las esquinas de esta ciudad, las calles se vuelven amargas, las aceras en línea recta hacia tus caderas.
Tiempos modernos para ser el más tierno de este cementerio de sombras funestas, de esposas que nos atan en noches como esta.
No me tengas en cuenta, solo soy el funambulista lisiado que me juego la vida sin la necesidad de pasar por el aro.

Que no estamos solos, que los fantasmas más arraigados controlan nuestros pasos, condicionan las miradas, miden nuestro tiempo.
Es la soledad del corredor de fondo, es saberse hundido en lo más hondo, encontrando en este foso las sábanas que me separen de este lodo.
No más dinamita, solo necesito esa sonrisa que me excita, ese caminar sin delicadeza, para ver pasar los días de niña a mujercita.
Derrocar al que controla el calendario, invitarle y emborracharnos y convencerle de que yo aquí me bajo.

Son las prisas, las malas noticias, los buenos suicidas, las noches que terminan cuando empieza el día.
Ya no quiero veranos en invierno, besos tiernos para escondernos, ni manos agarradas cuando yo me marchaba.
Jugarse la vida entera nuevamente en esa ruleta, ver pasar el caminar de las sombras, los zapatos rotos, las sábanas revueltas.
Son cinco minutos, ni uno más ni cinco menos, todo lo que necesito para volver a estar en mi sitio...