23 jul 2012

El sentido de vivir

Serán los calores, el olor a piel descubierta, las mañanas que son noches, las noches que fantaseas en que no vaya a encontrarte la mañana.
Quizás era el estado de normalidad, las ganas de "déjenme como estoy". Pero las palabras me muestran que no era oro todo lo que relucía, que sobraban los hilos a esta sonrisa.

Me dejo pasear por el tiempo; puede que eso sea un buen comienzo.
Las nubes hace tiempo que se fueron y ahora toca disfrutar de estos días soleados, de esta paz que hemos encontrado. Enmarquemos estos besos robados, que los coches rojos nocturnos no interrumpan más miradas, pero que nos sigan dejando las ganas de que se vuelvan a encontrar mañana.

Pudiera ser pasajera esta falta de melancolía, esta falsa irrealidad que nos inunda; ¿pero por qué no vivir en un sueño, en un proyecto? Es algo que viene de lejos, de un pasado; que vivimos ahora, en un presente; y que nos gustaría cuidar y cultivar, en el futuro.

Y pese a que las prisas no son buenas y que sin que te des cuenta el cuatro acecha, parece que la vida nos haya malacostumbrado a nosotros. Porque es una tontería, pero cuando no estás es cuando más te echo de menos.
Y es lo que digo: yo no quiero risas del momento que cesan cuando la luz se apaga; quiero de esas que pese a que se ha apagado la luz y te encuentres solo y tirado en la cama, se dibuje en tu cara una estúpida sonrisa, similar o parecida - es lo mismo - a la del primer día.

La fe dicen, lo puede todo. Creer en algo y dejarse llevar es una de esas virtudes que siempre los sabios destacan. Y es que cuando confías, cuando piensas que donde estás es donde tienes que estar, que una caída de ojos es suficiente para saber que algo no va como tiene que ir... Es justo en ese momento cuando esa paz interior, esa fe en lo que haces, en la razones por las cuales te apetece seguir con estos días y levantarte cada mañana al alba mientras la gente de tu edad está de vacaciones, es justo ahí, donde más se deja ver.
Porque no hace falta creer en grandes cosas, amigos. Porque aquello que es más pequeño, aquello más rutinario, más nuestro... Es ahí, donde está la verdadera VIDA: EL SENTIDO DE VIVIR.

6 jul 2012

Copérnico

Cuando todo lo puede y las montañas hacen caer, todo seguirá siendo perfecto.
Esta una historia que me recuerda bastante a Copérnico y sus teorías. Escuchen.

Él era un loco, un excéntrico y quizás por descarte, un visionario. Cambió la visión de su mundo y también el de la humanidad. Cuando crees que eres el centro del mundo y que tú eres el mundo, descubres que existe una luz, una enorme bola de fuego, que hace que seas habitable y por consiguiente, seas persona. En definitiva, que te ilumines.
¿Crees que para él eso no fue un golpe duró? Si lo fue para la sociedad, seguramente lo fue para el astrónomo. Se dio cuenta de que todo cuanto se había pensado desde la consciencia de la humanidad no era cierto...

Pues bien, supongo que es una forma de mostrar el paralelismo con las vidas de las personas.
Tú tenías unos ideales, una forma de ver las cosas y ésta es diferente a lo que en principio puedes observar en tu entorno.
De repente llega un día en que aparece alguien y te hace darte cuenta de que eso que piensas no está tan mal, que quiere que sigas siendo ASÍ. Te acepta, y lo que es peor, te quiere como eres. Te respeta y gasta cada uno de sus segundos contigo, porque "tú eres mi tiempo y yo soy tu tiempo".

Lejos de fórmulas matemáticas, de divinidades extrañas, solo con los pies sobre la tierra puedes darte cuenta de que la ecuación es casi perfecta. Puede que algún decimal se nos escape en el número concreto de nuestra constante - lo que ellos llaman k-, pero creo que lo perfecto y lo que hace esto interesante es que podemos encontrar un decimal juntos cada día: el número es casi infinito. Y sino, no pasa nada; mira lo que pasa con&nbs π, al final todos ponemos 3,14, porque lo que importa es que 1+1 son tres, y los dos primeros decimales visibles; los siguientes son patrimonio de las personas.
Porque en ocasiones encuentras un compañero en este viaje que se cuela en tu cocina y que se sirve un café mirándote con cara de "¿vas a tardar mucho en sentarte o vas a seguir mirándome con esa cara de haber visto un fantasma?".

Me veo ahora en la necesidad de tener que dar la mejor versión de mi, sacar el mejor rendimiento de mi persona y poder ofrecerlo, entregarlo, regalarlo sin esperar nada a cambio.

Porque creo que mi regalo es eso, poder dárselo a alguien y que sea bien recibido. Quizás sea el momento de decir que "lo mío bueno, depende del bien tuyo".
Tengo cientos de carencias. Se me olvida sumar y en ocasiones solo sé restar. Y puede que esta demencia acabe por errar el cálculo. Pero no debe importarnos volver a empezar, retornar al núcleo de todo esto, al origen de nuestra creación: el momento en que dos células complejas se encuentran y se dan cuenta que quizás, y solo quizás, por separado sean buenas, pero es que juntas son perfectas. Recordemos que la perfección está en las imperfecciones.

Porque para eso estamos, ¿no?. Porque esto es compartir en su máximo exponente, llegando a términos infinitos. Dar aquello más importate que una persona puede tener; ella misma. Desde el primer centímetro de su inteligencia hasta el último de su negligencia.