Esta una historia que me recuerda bastante a Copérnico y sus teorías. Escuchen.
Él era un loco, un excéntrico y quizás por descarte, un visionario. Cambió la visión de su mundo y también el de la humanidad. Cuando crees que eres el centro del mundo y que tú eres el mundo, descubres que existe una luz, una enorme bola de fuego, que hace que seas habitable y por consiguiente, seas persona. En definitiva, que te ilumines.
¿Crees que para él eso no fue un golpe duró? Si lo fue para la sociedad, seguramente lo fue para el astrónomo. Se dio cuenta de que todo cuanto se había pensado desde la consciencia de la humanidad no era cierto...
Pues bien, supongo que es una forma de mostrar el paralelismo con las vidas de las personas.
Tú tenías unos ideales, una forma de ver las cosas y ésta es diferente a lo que en principio puedes observar en tu entorno.
De repente llega un día en que aparece alguien y te hace darte cuenta de que eso que piensas no está tan mal, que quiere que sigas siendo ASÍ. Te acepta, y lo que es peor, te quiere como eres. Te respeta y gasta cada uno de sus segundos contigo, porque "tú eres mi tiempo y yo soy tu tiempo".
Lejos de fórmulas matemáticas, de divinidades extrañas, solo con los pies sobre la tierra puedes darte cuenta de que la ecuación es casi perfecta. Puede que algún decimal se nos escape en el número concreto de nuestra constante - lo que ellos llaman k-, pero creo que lo perfecto y lo que hace esto interesante es que podemos encontrar un decimal juntos cada día: el número es casi infinito. Y sino, no pasa nada; mira lo que pasa con&nbs π, al final todos ponemos 3,14, porque lo que importa es que 1+1 son tres, y los dos primeros decimales visibles; los siguientes son patrimonio de las personas.
Porque en ocasiones encuentras un compañero en este viaje que se cuela en tu cocina y que se sirve un café mirándote con cara de "¿vas a tardar mucho en sentarte o vas a seguir mirándome con esa cara de haber visto un fantasma?".
Me veo ahora en la necesidad de tener que dar la mejor versión de mi, sacar el mejor rendimiento de mi persona y poder ofrecerlo, entregarlo, regalarlo sin esperar nada a cambio.
Porque creo que mi regalo es eso, poder dárselo a alguien y que sea bien recibido. Quizás sea el momento de decir que "lo mío bueno, depende del bien tuyo".
Tengo cientos de carencias. Se me olvida sumar y en ocasiones solo sé restar. Y puede que esta demencia acabe por errar el cálculo. Pero no debe importarnos volver a empezar, retornar al núcleo de todo esto, al origen de nuestra creación: el momento en que dos células complejas se encuentran y se dan cuenta que quizás, y solo quizás, por separado sean buenas, pero es que juntas son perfectas. Recordemos que la perfección está en las imperfecciones.
Porque para eso estamos, ¿no?. Porque esto es compartir en su máximo exponente, llegando a términos infinitos. Dar aquello más importate que una persona puede tener; ella misma. Desde el primer centímetro de su inteligencia hasta el último de su negligencia.
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