25 jun 2012

Todo lo que no se ve

Los altos y los bajos, los medianos son los más baratos. El precio del valer, la sombra del poder. Crear sin imaginar sombras pintadas en la pared. Es puro espejismo, pura farsa, infama la mia, nostalgia de todo aquello que jamás seré.

Los armarios siempre fueron buen refugio, buenas cárceles que encierran a las mentes dominadas por unos pocos. Son los sombrereros locos, los yeswecan, los fisherman del cotarro, el que firma contratos sin mirar la letra pequeña, los que se juegan su sueldo en una casa de apuestas.

Que la noria te pone arriba, pero de repente para y te invita a bajar y volver a pisar el suelo y si no vas con muchas miras puede que beses el suelo. Las victorias son para los mismos, las envidias siempre fueron el plato principal, un dulce manjar que nunca se deja para el final.

Solo un rato de telediarios, de querer cortárselos a alguien, de decir "ahora soy yo el que salgo". No siempre es completo, ni concreto. Nos dedicamos a hacer bocetos de nuestro tiempo olvidando casi que esto solo dura un momento. Que la memoria es frágil, y qué dócil el mamoneo permanente. Sonrisas y lágrimas al vernos, no somos la alegoría de lo que nos gustaría. Somos una metástasis, el atisbo de un recordar; que montar en bicicleta no es huir de la policía, que dejarse llevar es andar por la cuerda de un funambulista con los ojos vendados, mientras aquellos que pensabas que estarían de tu costado te acribillan a tomatazos, dejan torpe tu inocencia.

Y se borran las sonrisas, las creencias en nosotros, el hecho de pensar que lo podemos arreglar. Que llevar una mierda permanente en el zapato, no es solo la sustancia, sino el olor de su fragancia, que hace de la angustia filosofía y de querer mandarlo todo a la mierda - válgase la redundancia-.

Seguiremos chupando la teta de este sistema, seremos los más listos del planeta; podremos colocar macetas con carrera y pintar con ingeniería.
Por tristeza para todos, no es solo lo que se ve, sino todo lo que no pero sabemos que está.

20 jun 2012

Es bien

El cielo espera, las nubes son sinceras y parece que a tientas nos dejamos rozar. Quizás sea el pánico, el olor a perfume de mujer demasiado cerca, tus ojeras escondidas en minucioso maquillaje. Pero no me atrevo; no me atrevo a no atreverme. Victoria ganada. Esto sí que ha sido una estocada, un agarrarte por la espalda buscando morder como un perro y desgarrar cariñosamente un trozo de tu piel.

Dejemos los venenos y bebamos de los vinos buenos. Que los labios no besen más suelos ni sapos, que aunque vaya siempre en harapos sorprenda con algo. Que siempre sea como nuevo, como conocernos otra vez; ponemos en el otro aquello que no es bueno y lo hacemos perfecto: y lo defectos se vuelven virtudes, y las virtudes... eso no es tan importante.

Quizás se hayan pasado un par de páginas del calendario demasiado rápido. Los pasos que antes eran de enano, ahora se dan sin miedo al precipicio. Puede. Nosotros marcamos, que las prisas no son buenas.

Las botellas ya no llevan más mensajes; las palabras salen una detrás de otra: de mi boca a tu boca, encontrando rincones ocultos en tu comisuras, segando cualquier atisbo no de no pronunciar tu nombre y seguir mojando zaguanes.
Debería estar prohibido guardar un solo beso, una sola caricia para cuando no queden. Ves fuente ilimitada, complicidad de mirada, de saber que cualquier cosa está bien porque tengo tu palabra y no necesitas nada más.



11 jun 2012

El gato guardian

Se abren los telones, escondemos en los cajones todo aquello que no nos gusta y salimos a escena con la mejor de las caras posibles.
Las luces crean un plano precioso. Nos exponemos ante nuestro público que espera que algo ocurra; para algo han pagado.

Parece que esto no es suficiente. Se encargan de hacernos perder la fe, de borrar la mejor de nuestras sonrisas, de borrar nuestros sueños de nuestra mente solo por su no-conocimiento de vivir.
Entramos y salimos de las vidas. Existen puertas giratorias que de forma aleatoria nos presentan personas: nos regalan la posibilidad de aprovecharnos de ellas y sacar lo mejor. Y cuando parece que no podemos sacar más, esa puerta nos vuelve a transportar.

Poco se me puede contar de estas historias de puertas. Pero, ¿saben una cosa? En cada una de estas puertas hay como mínimo un gato guardian. Él es el que nos ata, nos recuerda que pese a que nos toque girar de nuevo, siempre va a estar ahí, a la entrada y a la salida; cuando te alegres por entrar o salgas escaldado.
Porque pese a que los gatos no me gusten lo más mínimo -son siniestros y ocultan algo- estos tienen algo especial. Son los conservantes de nuestras vidas, los que aunque nosotros no nos demos cuenta hacen que nuestras caídas, nuestros pequeños fracasos y decepciones, parezcan menos malos. Y parece sencillo y tonto, pero la causa de esto, es porque están a nuestro lado.
Amortiguan, se llevan un poco de ese dolor ajeno.

Algo importante de estos pequeños animales son sus bigotes. Están tremendamente afilados. Y no sé si será eso, pero consiguen que las arrugas de tu cara que se marcan al sonreír, se noten mucho más. De esta forma y casi sin darte cuenta, estás sacando la mejor de tus sonrisas y te sigas explicando todavía las razones.

No quieran tener muchos de estos gatos guardianes: pierden su magia, su poder. Sin embargo, sigan entrando en esas puertas giratorias en busca de nuevas personas, de grandes historias que contar... Seguramente y sin darte cuenta, tendrás que salir por patas en busca de otra puerta, o sencillamente sea por necesidad o nuevos encuentros. Bueno, parece que es la ley no escrita.

Pero escuchen una cosa que se olvidaba comentar, rara vez pasa que tras encontrar a alguien al otro lado de la puerta giratoria y compartir un tiempo con ella, llegue el momento en que se convierta en gato guardián. Es maravilloso, os lo aseguro.