Dejemos los venenos y bebamos de los vinos buenos. Que los labios no besen más suelos ni sapos, que aunque vaya siempre en harapos sorprenda con algo. Que siempre sea como nuevo, como conocernos otra vez; ponemos en el otro aquello que no es bueno y lo hacemos perfecto: y lo defectos se vuelven virtudes, y las virtudes... eso no es tan importante.
Quizás se hayan pasado un par de páginas del calendario demasiado rápido. Los pasos que antes eran de enano, ahora se dan sin miedo al precipicio. Puede. Nosotros marcamos, que las prisas no son buenas.
Las botellas ya no llevan más mensajes; las palabras salen una detrás de otra: de mi boca a tu boca, encontrando rincones ocultos en tu comisuras, segando cualquier atisbo no de no pronunciar tu nombre y seguir mojando zaguanes.
Debería estar prohibido guardar un solo beso, una sola caricia para cuando no queden. Ves fuente ilimitada, complicidad de mirada, de saber que cualquier cosa está bien porque tengo tu palabra y no necesitas nada más.
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