29 dic 2016

Párrafos desordenados

Hace un par de meses que no escribo sentado frente al ordenador, centrado únicamente en lo que estoy haciendo. Solo un taladro de unas obras en la calle me perturba y molesta en estos momentos; eso, y que tengo los pies fríos.
Siempre hacia arriba y hacia abajo, parando en ocasiones a respirar y escribiendo algunos párrafos casi como un furtivo.
Y casi por goteo el año agoniza con alguna victoria y con unos cuantos más fracasos que no caben en estas líneas. Porque siempre se dice que el año que viene será mejor, considero que en mi caso, no cabe ninguna duda.
Tenía como mantra aquella frase de "crecer es aprender a despedirse", quizás haya podido comprobar que es verdad, quizás y solo quizás haya aprendido cuánto duele crecer, o lo que es lo mismo, despedirse.
Y es que aunque la fachada se pinte de rutina, llega un momento en que el tiempo se para y te das cuenta de que el sol no brillaba tanto como esperabas, que era el reloj el que camuflaba tus fracasos y que eras tú el culpable de despistar la herida que todavía subyace. 
Termino el año cabreado, decepcionado con uno mismo. Por darle importancia a quien no te la ha dado y por dejar de lado aquellos que nunca han pedido nada a cambio y siempre han estado.
Siempre me he considerado un proyecto de un proyecto, algo que está por hacer, que intenta ser y no es. Que de fracasos ya me he llevado unos cuantos y que no me vacío una vez más con lo más mínimo.
La vida no espera y yo sigo dando tumbos intentando encontrar sentido y razón a todo esto. Sí, es verdad, puede que me complique en exceso, que sea de extremos en muchos casos... Pero qué le voy a hacer si nadie me enseñó cómo vivir.
Porque quiero disfrutar de los putos lunes, escuchar cada detalle de una canción, cerrar los ojos y volar lejos de esta habitación. Es verdad, no sé quien soy. Pero sé muy bien el que no soy, eso sí que lo he tenido claro. Y será la edad, el mal carácter, o qué sé yo, pero las tonterías cada vez me aburren más. Si has marchado, cierra bien la puerta que no voy a molestar más, pero deja de joder a este pobre idiota. 
Sé muy bien donde no llegaré, hace tiempo que dejé de soñar. Piso fuerte realidad y suelo, maltrecho miedo que desata estos zapatos. Y sin más, me dejo llevar; me cautivo con lo que aprendo, me deshojo con lo que pierdo, lo que sale de mis bolsillos rotos, buscando abrazos en otros labios.
Pero se me van las ganas, las fuerzas por la boca y la entrañas, buscando ese carente sentido en la nada que nos enseña la vida. Pasajeros al tren, gritaba. Y ese tren se marchaba, lejos, como el náufrago que nada le falta. Soledad divino tesoro, arrogancia qué has venido a buscar; esconde bajo llave los recovecos de esta cama que ya no son de nadie.
Y apareces, me dices que dónde vas con esa cara, si solo haces que divertirte. Amaga, renuncia, escupe al firmamento como ese aprendiz de brujo, dibuja cada instante, comparte cada gesto, cada inocua despedida, cada antojo...
Me perdí, y de verdad que no tengo ningunas ganas de encontrarme. Quien quiera, ya sabe, que me llame. Me he cansado de encontrarme con la puerta en las narices, con la duda en forma de interrogante. Que no hay nada mejor que no necesitar, que no hay complejo peor que el de no sentirte vivo y de que esto significa algo más, que no hay abismo.
Se regodean los ángeles que me cuidan desde arriba, siento sus fuerzas cada día. No te has ido, sigues conmigo todavía. Me cuesta enfrentarme, me apena recordarte. La suela de mi zapato está gastada de enrolarme en círculos concéntricos, de ilusionarme para que luego te marches, de vivir por otros que no pudieron. Si ya salieron corriendo y les llamaron locos, ¿por qué yo no puedo hacerlo?. Si otros que no eran locos, se quedaron con las ganas, yo no seré.

Celebren el año entrante como el de desenvolver interrogantes. Vivan cada instante, como si nada importara, como si eso de despertar mañana fuera un sueño el el Mundo de las Maravillas. Feliz vida, para todos.


No hay comentarios: