Se me apaga la voz. Los complejos me renacen.
Ahora o nunca para siempre nos quedarán estas viejas historias para contar.
Es precioso el amanecer desde esta esquina, se resienten nuestras almas que un día se vieron pasar.
Y no fui el mejor, tampoco lo pretendía.
Fueron 21 noches y sin reproches a la mente, sin cuestionarse el presente se montó el mendrugo y se marchó.
Era de esperar la caducidad, las pestañas chinas, los abrazos rotos que rozaban comisuras queriendo llegar a más.
Me disgustan las madrugadas que paso durmiendo pensando en el mañana. Sorprende todavía la vida cuando te encula, dejándote impávido y desarmado ante un beso robado.
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