10 nov 2015

Caer

Meto la llave en el contacto.
Recuerdo en tan solo un instante el placer que puede proporcionarte sentarse y solo escuchar el mínimo sonido que una luz puede hacer al estar encendida.
Cierro los ojos, conecto mi viejo casete y una vieja melodía ayuda a espabilarme mientras decido que el viaje se va a iniciar.

Así pasan los días, con más idas que venidas. Mientras giran las ruedas, presientes que hoy será otra bala perdida, otro 29 de febrero en el que al día siguiente parece que ya eres más viejo.
Se doblan conmigo las esquinas, los semáforos se apagan tras mi paso. Otro rojo que me salto, otro verde en el que paro.

No hay luz mientras avanzo, sombras de mi sombra, el frío asfalto que me abochorna. Los espejos están rotos, perecen corazones, reproches en el café de las seis, esa última copa que sobraba, esa despedida, ese tic-tac al compás de unas gafas que derrochan fantasía, que esconden alevosía cuando te vas.

No hay rumbo, no hay destino. Solo pasos atrás por miedo a perder el equilibrio. Es soez este precipicio, estas ganas de todo, este nadar ahogándose en el mar donde los sueños naufragan en una playa desértica. Allá donde la reina Comodidad se apoltrona otra noche a la luz de mis ojos.

En el camino, niebla, dudas y charcos. En el destino, todavía no he coincidido. Que me esperen sentado, que no todos lo días son sábado, pero que los domingos parecen raros cuando las almohadas son mi mejor trinchera.

No soy un narco de la soledad. Solo el transportista de mis días, el viejo vaquero que desenvaina su vida, aquel que espera que amaine la tormenta mientras crea un terremoto al colgar su chaqueta.
Sin darme cuenta ya he llegado. No sé si es mi destino o es el destino. Nadie me dijo que solo pudiera caminar; nadie me dijo que cuando cayera, caería de verdad.

No hay comentarios: